Quebradero

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Así será hasta el final del sexenio

Por Javier Solórzano Zinser

No va a cambiar la relación entre el Presidente y los medios, portales y redes. No tendría porque cambiar, porque la crítica de López Obrador se ha venido convirtiendo en parte estratégica en su gobernabilidad.

Nadie pide relaciones tersas y mucho menos de complicidad; sin embargo, lo que se ha vivido pasa por la falta de diálogo, por la confrontación, el desdén y la dificultad de tener entendimientos básicos en donde el objeto de las discusiones está en la información que se difunde a través de los medios, redes y portales.

Las diferencias son sustanciales a la condición humana el gran reto pasadas las formas bajo las cuales buscamos entendernos. Lo otro termina por ser la distancia, la falta de entendimientos y de diálogo que en las diferencias nos permita convivir.

Se podrá estar a favor o en contra, pero todo debe circunscribirse a los terrenos de la libertad, la cual insistamos que no es un derecho absoluto es un derecho relativo.

La libertad de expresión no sólo se refiere a lo que se dice u opina, tiene un entorno en que debiera desarrollarse en que existen condiciones que la favorezcan, alienten y sea respetada.

No conocemos de indicios en que desde las esferas de este gobierno se haya limitado, censurado o reprimido la libertad de expresión. Se ha puesto particular énfasis por parte del gobierno en este sentido, pero tampoco se puede soslayar que desde hace tiempo en el país se vienen dando férreas y trascendentes batallas por muchas y muchos periodistas en defensa de la libertad de expresión.

Es un asunto que lleva tiempo entre nosotros con todas las luces y sombras que ha tenido. Sin embargo, sigue siendo uno de los países en donde los periodistas corren el mayor de los riesgos para ejercer su profesión, al tiempo que cargamos con una gran cantidad de comunicadores asesinados.

La batalla por el derecho de información y la libertad de expresión es cotidiana e interminable. Obliga a las y los periodistas a un trabajo profesional, ético y de investigación que está a prueba, energía es lo que debe definir la labor de las y los periodistas ante las empresas para las cuales trabajan y ante el poder político y fundamentalmente ante la sociedad.

El terreno en que hemos entrado se ha vuelto maniqueo. En muchas ocasiones hay una sobreinterpretación desde el gobierno sobre el trabajo periodístico, el cual merecería una lectura mucho más acuciosa para tener más elementos para lo que se ha llamado “el derecho de réplica” del gobierno.

Una mejor lectura elevaría el nivel del debate. Lo que se ha dado ya en varias ocasiones es que se llegan a tomar opiniones o frases fuera de contexto de notas, artículos e incluso debates. Sin embargo, también es muy evidente que se ha colocado al Presidente en el centro bajo críticas sin fundamento y con un altavoz de agresividad.

Es muy cierto que la relación entre propietarios de los medios y los gobiernos establecida en el pasado por complicidades provocó una total distorsión de la función de los medios y de lo que debiera ser un trato respetuoso y hasta cierto punto distante.

Lo que terminó pasando, porque los medios se convirtieron en un elemento de la gobernabilidad y en lo que movía acuerdos y regalos abajo de la mesa. Las cosas se definían, hoy en mucho menor medida, con favores, dineros, acuerdos y publicidad.

Todo indica que no va a cambiar nada hasta el final del sexenio. Tenemos que encontrar los nuevos entendimientos bajo los nuevos escenarios en los que estamos y hemos elegido, pero por ahora no se ve por dónde.

RESQUICIOS

Se ha intensificado el cruce de migrantes por la frontera sur, signo de que en Guatemala, El Salvador y Honduras no han cambiado las cosas y de que no han recibido la ayuda prometida de México y EU. Nuestro país sigue pasivo ante las decisiones del vecino del norte, la última es el envío de aviones con migrantes centroamericanos a Tapachula.