Las secuelas de las prisas
Por Javier Solórzano Zinser
Una de las secuelas por las prisas presidenciales puede tener que ver con el conflicto laboral en Dos Bocas.
López Obrador se la ha pasado corriendo contra el tiempo desde que ganó las elecciones. Como Presidente electo empezó a gobernar como si ya estuviera en el poder buscando echar a andar todos sus proyectos, empezando por la singular consulta sobre el aeropuerto de Texcoco. Quien le terminó ayudando fue Peña Nieto que después de la elección dejó la plaza y desapareció.
Las prisas por instrumentar los cambios han llevado a que en algunos el desarrollo de los programas de gobierno se tenga poco escrúpulo en la transparencia y rendición de cuentas. Las consecuencias que provocan las prisas se justifican en ocasiones bajo el supuesto de que el Presidente por ser quien es puede desarrollar todo tipo de estrategias sin importar la forma en que lo hace; quienes rodean al tabasqueño le justifican sus acciones sin preguntarse por los entornos de las mismas.
Tarde que temprano se tendrán que rendir cuentas sobre la forma en que se han venido haciendo las cosas. La legitimidad del gobierno no obsta para que no se sigan procesos escrupulosos en el manejo de presupuestos y la forma en que se distribuyen evitando la oprobiosa discrecionalidad.
El tema es por muchos motivos importante, porque a lo largo de años nos la hemos pasado tratando de atajar a como de lugar formas que al final han terminado por llevarnos a hechos de corrupción, la cual pasa hasta “por robarse el papel de baño”, a decir de la titular de Economía.
El gobierno está obligado a revisar a detalle las condiciones laborales de sus proyectos. No puede permitirse que haya irregularidades porque es como darse un balazo en el pie, en función de lo que presume como su origen y el no somos como los de antes.
La información sobre lo sucedido en Dos Bocas, junto con la serie de videos que se han hecho virales, muestra hechos que contradicen a la vehemente titular de Energía.
No pareciera que estemos ante un “grupito”, porque claramente se aprecia que en las manifestaciones participan un buen número de trabajadores. Por las razones que fuera, es evidente que hay un conflicto que atender, el cual se estaba asomando desde hace semanas, los trabajadores habían hecho denuncias sobre sus condiciones laborales.
Lo delicado del uso de la palabra “grupito” remite al mismo discurso que durante décadas gobiernos priistas y panistas referían sobre las manifestaciones de partidos y organizaciones de izquierda.
En el fondo pareciera que subyace un menosprecio sobre demandas que bajo cualquier circunstancia tienen que atenderse, y más si estamos ante un gobierno que podrá o no ser de izquierda, pero que reclama una y otra vez estar del lado de las causas de los trabajadores.
No se pasa por alto que al gobierno le llueven críticas y señalamientos de los opositores en medio de las filias y fobias en que andamos. Sin embargo, han aparecido muchas protestas para considerarse las cuales van desde si están llegando los programas, si hay medicamentos, si se respetan los derechos laborales, si las obras estratégicas se están llevando más dinero de lo que se planeó originalmente, pasando por los problemas en Dos Bocas.
El gobierno no está exento de tener problemas, la cuestión está en cómo los enfrenta, porque en cómo lo haga está no sólo la solución sino los mecanismos, espíritu y sentido político que tiene para hacer las cosas.
La prisa es un factor, pero no se vale menospreciar las demandas de los trabajadores en una obra emblemática, no eran ni son un “grupito” porque así se parecen a los de antes.
RESQUICIOS
Por fin el Presidente está atendiendo a Michoacán. La mala relación con Silvano Aureoles fue el motivo para no meter al estado en su agenda, ya veremos los resultados. Sería bueno invitar a todas y todos sin importar si son simpatizantes o no de Morena, lo cual hasta ahora no ha pasado.