Por Carlos Tercero
La tecnología se ha convertido en necesidad cotidiana, transformando la forma en que las sociedades interactúan, se informan y participan, dando origen a un nuevo concepto: la ciudadanía digital. México, con una población joven y cada vez más inmersa en los entornos digitales, es ejemplo y parte integral de esta transformación global. Con el acceso universal o democratización del acceso a internet y las herramientas digitales, la noción tradicional de ciudadanía se expande, integrando no solo los derechos y responsabilidades en el ámbito físico, sino también en el entorno virtual, dejando claro que, la ciudadanía digital no consiste únicamente en estar conectado, sino en ejercer con conciencia y responsabilidad dicha conectividad, que garantice que el beneficio de la inclusión digital promueva un avance real en lo social, político y económico; pues la ciudadanía digital implica el uso responsable, crítico y activo de las tecnologías por parte de los individuos que participan en la vida pública a través de medios digitales. Involucra derechos esenciales como el acceso a la información, la libertad de expresión y privacidad, pero también responsabilidades cruciales como el combatir la desinformación, respetar la diversidad de opiniones y resguardar la seguridad en línea. A diferencia de la ciudadanía tradicional, acotada a fronteras legales y geográficas, la ciudadanía digital permite actuar localmente mientras se está conectado con realidades globales.
Nuestro país vive una acelerada transformación digital, con más de cien millones de usuarios de internet con un alcance creciente a dispositivos “inteligentes”, la conectividad está remodelando la educación, la participación política y la economía que hoy se encuentra entre dos mundos: el presencial y el virtual; proceso que se potenció con la pandemia, exponiendo al mismo tiempo la desigualdad estructural y brecha tecnológica prevaleciente en algunos sectores y zonas vulnerables; pues mientras que en los centros urbanos los jóvenes dominan las plataformas digitales, en muchas comunidades rurales aún se lucha por una conexión básica. El gobierno realiza esfuerzos para reducir esta brecha, pero el acceso es solo el primer paso: la verdadera inclusión requiere alfabetización digital, es decir, enseñar a usar la tecnología con pensamiento crítico y responsabilidad cívica.
Las redes sociales se han tornado en foros de discusión colectiva y generadores de opinión pública de considerable potencial de movilización, pero también en plataformas donde la percepción se puede manipular o deformarse ante un escenario político-social complejo, mediado por algoritmos y campañas diseñadas con inteligencia artificial, imágenes y videos manipulados con deepfakes y estrategias de desinformación; circunstancia que demanda una ciudadanía digital madura con capacidad para distinguir entre veracidad y manipulación, entre participación auténtica y propaganda digital. Asimismo, la economía digital ha generado plataformas de servicio y comercio, dando paso a una clase emergente de trabajadores digitales, con condiciones laborales que a menudo merecen revisión y aquí, la ciudadanía digital adquiere otra dimensión: la exigencia de derechos laborales en un entorno flexible, pero en ocasiones precario que obliga a avanzar en políticas públicas que regulen estas formas de trabajo, reconociendo su valiosa aportación, pero sin renunciar a la justicia social. En el sector financiero, la expansión digital y el uso de aplicaciones alcanza cada vez más a los usuarios de internet, incrementando lamentablemente con ello, los ciberdelitos, mostrando claramente que, el aprovechar este potencial exige igualmente, una acción coordinada y multisectorial, con el reto no solo de garantizar el acceso internet, sino de incorporar la educación digital desde niveles escolares tempranos, actualizar los marcos legales en la materia, así como establecer y fomentar principios éticos en el uso de las herramientas digitales, que permitan en un futuro alcanzar el nivel de civilidad y confianza social que permita por ejemplo, el voto digital en los procesos electorales.
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