5N, momento de quiebre

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Por Martín Quitano Martínez

 

El precio de la grandeza es la responsabilidad.

Winston Churchill

 

Entre otras muchas conductas que no cambiaron, que son herencia pura de la anterior administración federal, encontramos la de echarle la culpa a los del pasado para evitar hablar y plantear soluciones de muchos de los problemas cotidianos en nuestro país, los cuales no fueron solucionados por su mentor y siguen siendo lastres para la vida de los mexicanos.

La estrategia de fuga no es poca cosa. Se hace un montaje especial, se le dedica tiempo e investigación en medios y redes y se presenta con el debido tiempo durante la puesta en escena matutina. Se filtran las preguntas que se les harán para mejor armar las respuestas. Se mencionan personas y hechos con un relato impreciso, engañoso o falso, pero siempre favorecedor a la ponente, con lo cual se pretende explicar por qué suceden o no las cosas; dónde hay que voltear a ver para señalar a los culpables del desastre que vivimos, desastre igual o peor al que encontraron en 2018 cuando ellos llegaron. Son una versión cuatrotera de las fábulas, como mecanismo aleccionador de fieles.

La “trasformación” continúa y se establece sobre las ruinas de una democracia utilizada como camino para llegar al poder, pero indeseable como ruta política y de gobierno, y por ello prescindible ahora en el marco de la visión que domina al grupo hegemónico.  El que llaman “segundo piso”, significa el desmonte de los entramados y principios básicos de una democracia que, aún con debilidades y pendientes, fue forjada con esfuerzo frente a un régimen de partido casi único, con controles férreos que fueron confrontados con luchas y voluntades de millones.

El 5N es un momento de quiebre de la larga transición democrática que se vivió en nuestro país. Se ha consolidado un proceso de captura y destrucción de leyes, reglas e instituciones; apagaron la luz guía de la constitución como marco fundamental, como pacto de convivencia y de unidad republicana con poderes autónomos y de acuerdo social entre diferentes. A cambio, establecieron un régimen que solo se mira en el espejo de su espuria mayoría, para asumirse la única y verdadera interlocutora del pueblo.

La entelequia de pueblo que reclaman como de su propiedad, es la patente de corso que enarbolan como vencedores, y la condición que les permite la condición de hacer con el país de todos los mexicanos, lo que se les ocurra o se les antoje, sin reparar en los derechos y preferencias de los exiliados del “pueblo bueno”.

Ningún poblador de este país que se manifieste inconforme o no coincidente con las ideas del gobierno actual no merece consideración, ni tiene lugar en su proyecto transformador, porque su negativa es una traición a la patria de ellos, porque ellos son los únicos intérpretes de la voluntad ciudadana, de otra manera está fuera de la ecuación de los que ahora gobiernan.

Estamos siendo testigos de la destrucción de la república, pues con los cambios que han llevado a cabo, tiran por la borda un principio vital de la convivencia democrática que es reconocer a los que piensen distinto, y no solo eso, sino enaltecer las prácticas del diálogo y los acuerdos como obligación democrática, no como una graciosa concesión.

El cambio de régimen va, cumpliéndose a cabalidad los dictados del gran timonel que, sin estar, sigue presente, quedando claro que lo que hoy sucede, es tan solo un momento para la profundización de las bases de un modelo que llegó por muchos años. Así lo entienden y en ello apuestan.

DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA

CNDH, un capricho más, prueba de la ignominia morenista.

 

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