Quebradero

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El PRI es el pasado

 

Por Javier Solórzano Zinser

Puede resultar un exceso, pero lo peor que le puede pasar al país es que el PRI se diluya como oposición.

Mientras la vida partidista esté estructurada como ahora, si algo es importante es que aparezcan alternativas cohesionadas para enfrentar a la contundente mayoría y para ofrecer opciones a la ciudadanía en los términos de una necesaria pluralidad ideológica.

El PRI ha dejado de ser desde hace tiempo una alternativa política para la sociedad. Lo que conserva tiene que ver con elecciones pasadas, más que con el presente, digamos que es algo como la herencia priista que se les va acabando.

Que el país tenga alternativas políticas le permite a los ciudadanos discernir. Es cierto que desde hace tiempo el PRI se ha diluido y se ha encarnado en algún sentido, en forma y fondo, en Morena. El tricolor vive de lo que fue, porque en este presente va siendo un partido cada vez menos importante para la sociedad y a menudo aparece como una mala marca, sobre todo, por la herencia que dejaron personajes como Peña Nieto y por sus actuales líos internos.

Del resto se ha encargado el Presidente. A lo largo de varios años ha repetido insistentemente ante sus millones de seguidores la rémora que ha dejado el PRI y, sobre todo, sus presidentes. Ha sido severo con las presidencias priistas y panistas desde 1982, pero ha sido cauteloso con quienes dejaron un desbarajuste como Echeverría y López Portillo.

El pasado fin de semana quedó claro lo que le viene al PRI al ser ratificado por las buenas y las malas su Comité Ejecutivo en una singular elección. La diferencia del autoritarismo de hoy al del pasado es que en otros tiempos el partido tenía capacidad de maniobra, además de que se ofrecía como una agencia de colocaciones empleos y posiciones políticas con la cual se tenía sometida a la militancia.

A estas alturas ya es muy poco lo que puede ofrecer. Será cuestión de tiempo para que se deje venir una nueva sangría de priistas que seguramente tendrán como destino Morena, como se ha visto desde el 2015. El partido está pasando por su proceso de extinción. El PRI ya no cabe en la sociedad ni aparece como una alternativa por lo que significa para los ciudadanos y como está definido en el imaginario colectivo.

La forma en que se reeligió Alito muestra su talante. Quiere un partido a su imagen y semejanza sin quedar del todo claro para qué lo quiere. En el terreno de las especulaciones pareciera que está buscando tener de dónde asirse para enfrentar los muchos problemas de índole legal y político que rondan en su entorno. No hay día en que no aparezca información de que resulte ser propietario de terrenos o casas sin que sea desmentida la información.

Será inevitable que tarde que temprano tenga que responder por todo ello, porque los asuntos se le acumulan y muchos de ellos ya están en manos de la autoridad. Lo que hoy es definitivo es que tiene pleno control del partido por más que se esté diluyendo y que en y desde el Gobierno no necesariamente les molesta lo que está pasando.

Alito coloca a quien quiere y además hace a un lado a quien plantea críticas a su persona o al proceso que lo llevó a ser ratificado. El PRI bajo nuestro sistema de partidos no olvidemos que se lleva una buena tajada de dinero, a pesar de que cada vez tiene menos votantes.

Ayer quedó claro que Manlio Fabio Beltrones también está en la mira. Alito lo hizo a un lado de la bancada priista. Manlio ahora irá por la libre y en el Legislativo tendrá la “tentación” de hacerle uno que otro “favor” a la mayoría.

Morena seguirá gobernando sin tener a nadie enfrente. No tiene necesidad de hacer nada, a la oposición le da por pelearse entre ellos.

RESQUICIOS.

El hecho de que el gobernador de Sinaloa diga que no estaba informado sobre la presunta seguridad de El Mayo no significa que no existiera, quizá más bien optaron por no voltear. No va a ser fácil pasar este trance, a pesar de que ya echaron a andar la maquinaria, empezando por el Presidente.