Mexicanos huyendo de México
Por Javier Solórzano Zinser
El Presidente por fin manifestó una preocupación intuimos que mayor sobre Chiapas, “no me gusta lo que está pasando”, dijo.
Una de las cuestiones más importantes a atender sobre lo que está sucediendo es colocar el problema en el centro del radar del país, a estas alturas no se puede soslayar que estamos ante un tema de seguridad nacional.
Mientras lo que suceda en Chiapas sea visto a distancia y sin un análisis profundo, difícilmente se podrá cambiar el estado de las cosas. El estado no va a cambiar solamente con los programas sociales que en buena medida son los que le dieron a la mayoría el abrumador triunfo el 2 de junio. El diagnóstico detallado sobre lo que sucede es lo que permite ir resolviendo el problema, el cual es claro que es de enorme complejidad.
Se conjuntan una gran cantidad de escenarios, los cuales pasan por la delincuencia organizada, la corrupción, conflictos locales y una orografía que es al mismo tiempo bella, exuberante y compleja.
A lo largo de años se han venido presentando hechos violentos, los cuales cada vez son de mayor riesgo. Las cosas se fueron dejando pasar por razones totalmente confusas, y quizá por desidia oficial. Nadie se puede decir sorprendido de lo que ha venido sucediendo.
Lo que está pasando en Chiapas no es algo que se haya dado de la noche a la mañana. Es la suma de problemas que nunca se atajaron, los cuales pasan directamente por el desdén y responsabilidad de la autoridad federal y local.
Que el Presidente plantee que no le gusta lo que está pasando no puede verse de otra manera que no se le dio la debida importancia a la violencia imperante a lo largo de todos estos años. Su narrativa pasó de ser un problema local, al no me gusta lo que está pasando.
En pocas ocasiones se refirió a Chiapas en función de la violencia desatada. Queda la impresión de que la abrumadora votación de las pasadas elecciones en favor del partido del Presidente fue considerada como el punto de partida para que la vida se pudiera reorganizar.
Sin embargo, lo que ha pasado más bien fue la agudización de los problemas. En un hecho inaudito resulta que entre 2 y 3 mil mexicanos huyeron de nuestro país, México, con rumbo a Guatemala. Conversamos la semana pasada con el sacerdote chiapaneco Filiberto González. Nos decía que la migración forzada de chiapanecos no sólo se puede ver bajo los números oficiales, lo más importante está en lo que llama la migración por goteo.
Es aquella que no se alcanza a apreciar porque no se lleva a cabo en grupos, sino que son familias que cruzan solas la frontera y en muchos casos son también jóvenes que salen huyendo de la violencia, pero sobre todo, de las fuertes y violentas presiones que padecen de la delincuencia organizada para que se integren a su organización como sicarios; en muchos casos terminan aceptando por las presiones y, sobre todo, por las condiciones económicas familiares en las que están.
Si bien algunos chiapanecos han regresado estos días al país no son ni por mucho un número significativo. No hay manera de que regresen, porque no han cambiado en lo más mínimo las condiciones de vida en los diferentes municipios en que viven.
La desesperación de muchos y muchas se debe a que se ha entrado en un proceso de agudización de todos los problemas en la zona. Lo grave, nos dice Filiberto González, es que es una historia de años en que se han dejado solas y expuestas a las comunidades. Las autoridades han sido omisas y han terminado por ser cómplices de la delincuencia organizada. En Chiapas se aplica lo que el Presidente señala respecto a gobernadores de la oposición: gobiernan, pero no mandan, la verdadera ventanilla para resolverlo está en Palacio Nacional.
RESQUICIOS.
Sigue la mata dando. Se pensó que habría cierta cordura en París entre la Conade y el COM, pero nomás no se les da. Ya serán recibidos los atletas por el Presidente y se darán la manita como si nada estuviera pasando, porque es un hecho que seguirá pasando.