Entre las mañaneras y la gobernabilidad
Por Javier Solórzano Zinser
En función de la exposición diaria que tiene el Presidente es difícil pasar por alto sus reacciones, las cuales se mueven por estados de ánimo, su inevitable cansancio y hasta por la molestia que muchos asuntos le provocan.
Suponemos que es también difícil que el Presidente pueda mantener una especie de equilibrio diario. Las mañaneras lo exponen, igual alcanzamos a verlo cansado y fastidiado que con fuerza, claridad y buena cara.
Entendiendo que todos estos elementos forman parte de la condición humana, pero que en un Presidente adquiere otra dimensión, a López Obrador no se le va a juzgar por sus estados de ánimo y por sus cotidianas broncas de callejón o algo parecido, todo lo cual terminará por ser anécdota y parte de la recopilación histórica.
El juicio más importante que tendrá por delante estará en función de lo que ha hecho y no ha hecho. Será juzgado por sus actos de gobierno, más allá de sus agarrones con diferentes sectores y personajes.
Lo que acaba importando es la relación que establece como mandatario con los ciudadanos. De lo que se trata la gobernabilidad es que a través de ella se creen las mejores condiciones de vida para los gobernados, por más que al tabasqueño no le gusten las ideas de aspirar y buscar mejores condiciones individuales y familiares.
Un amplio sector de la población se ha venido beneficiando de las políticas públicas del gobierno. No se alcanza todavía a tener una dimensión exacta de los efectos y trascendencia de ello. Lo que debe ser ya motivo de análisis es qué tanto están cambiando las cosas a través de dichas políticas públicas, porque hay evidencia de que está creciendo la pobreza de manera considerable.
No se soslaya el efecto de la pandemia. Sin embargo, según datos del Inegi el actual gobierno está brindando menos apoyos a las familias con mayor pobreza en comparación con el sexenio pasado.
A decir de Gonzalo Hernández Licona, especialista en estos temas, con base en información del mismo Inegi, asegura que mientras que “Peña Nieto no le daba programas gubernamentales al 39% de la población con menores ingresos; López Obrador no le da al 50% de acuerdo con lo que dicen las familias”.
Hasta ahora hemos tenido un gobierno más preocupado en discutir en las mañaneras que en atender en ese mismo espacio a los ciudadanos por los muchos problemas que tienen, es cuestión de hacer la lista de quiénes infructuosamente han querido acercarse al mandatario; el caso de los papás y mamás de niños con cáncer a estas alturas ya es lamentable.
Otra de las vertientes que probablemente también estén pesando en el diagnóstico-país es que muchos temas se ven bajo una concepción parcial, que no integral, lo que impide ver los problemas en una dimensión abierta, lo cual sin la menor duda le daría al Presidente y a su gobierno una mejor percepción de las cosas.
Si bien el gobierno tuvo un buen resultado el 6 de junio, con excepción de la CDMX, no puede soslayar que los ciudadanos nos andamos preguntando por algunos asuntos que tienen que ver estrictamente con el Presidente.
La base de la gobernabilidad se establece en la relación gobierno-ciudadanos en función de resultados. Después de un rato, el discurso pasa a segundo plano si la vida cotidiana cambia poco o nada sin importar la condición económica.
Al final el Presidente será recordado y juzgado por lo que hizo, más allá de todo lo que provocan sus mañaneras; éste está haciendo desde hace tiempo el gran reto de su administración.
RESQUICIOS
A dos extraordinarias atletas mexicanas no les alcanzó para participar en los Olímpicos de Tokio. La taekwondoísta María del Rosario Espinoza y la clavadista Paola Espinosa han sido y son reconocidas en el mundo, son animadoras del olimpismo. El tiempo dirá si llegó el fin de sus carreras o se reinventan, lo cual suponemos terminará sucediendo para bien del deporte mexicano y sobre todo de ellas mismas; se les va a extrañar en Tokio.