Quebradero

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Científicos absueltos

Por Javier Solórzano Zinser

En su momento fue un gran escándalo. Una treintena de destacados científicos fueron acusados de corrupción y se levantaron actas en su contra que los ponían al borde de la cárcel en hechos que bien podrían ser de personajes de la delincuencia organizada.

La directora del entonces llamado Conacyt aseguró que detrás de las actividades científicas había irregularidades de toda índole, particularmente de malversación de dinero y fraudes que merecían una investigación judicial y, en su caso, que fueran detenidos.

El asunto mereció una gran cantidad de referencias en que se ponderaba el trabajo científico militante, pasando por encima la pluralidad como eje y razón de ser que tiene el trabajo científico.

Fueron años rudos para las y los científicos. Tuvieron que pasar largo rato en tribunales en medio del escarnio cotidiano por parte de la autoridad del Conacyt.

La dirección del Consejo no bajó la guardia un solo día. No solamente se refería a los científicos como “neoliberales” y “conservadores” que desarrollaban el trabajo científico con intereses abyectos que buscaban servir al gobierno en turno, sino que también se argumentaba, sin fundamentos, sobre la deshonestidad de su trabajo poniendo en entredicho su labor académica y de investigación de toda su vida.

A esto se sumaban las innumerables críticas que desde las mañaneras se ejercía, más bien se ejercen, sobre las universidades y centros de investigación científica, particularmente la UNAM y el CIDE, lo que buscaba crear un ambiente adverso en medio del intento de colocar de manera unilateral un pensamiento científico de gobierno más que de un conocimiento, insistimos, científico plural.

Por más que trataron los abogados y la directora del Conacyt de poner en evidencia a las y los científicos acusados, no pudieron. Los intentos terminaron en el mismo terreno de las promesas de una vacuna contra el Covid y la creación de ventiladores para los pacientes que hubieran adquirido el virus.

Esta semana un tribunal federal canceló en forma definitiva el caso. También se canceló en forma definitiva la investigación contra 11 académicos y Enrique Cabrero por las aportaciones de 244 mdp que el organismo hizo al Foro Consultivo Científico y Tecnológico (FCCyT). Concluyó que no existen datos de prueba de los delitos de delincuencia organizada, peculado, uso ilícito de atribuciones y facultades, por los que habían sido imputados.

Lo que fue un intento de denostar y evidenciar a un grupo de científicos terminó después de varios años en una investigación frustrada. Poco les importó que a lo largo de estos años la vida de mujeres, hombres y sus familias sufriera un giro brutal y que estuvieran en el eje de un huracán sin tener responsabilidad de lo que se les acusaba.

Se la pasaron en tribunales, abogados, sacando todos los papeles que a lo largo de su historia académica tienen, escuchando una y otra vez las denostaciones desde la mañanera y de la directora del Conacyt para que al final se concluyera que las acusaciones no procedían y que más bien lo que podía haber de fondo era echar a andar un proyecto científico que a la fecha difícilmente se entiende.

Las y los científicos viven de sus investigaciones y de la docencia. Su prestigio se finca en lo que en su vida investigan y el reconocimiento buscando que su trabajo alcance a la sociedad. Para ellos y ellas lo más importante es que su trabajo científico pueda generar beneficios a la sociedad, ésta es su razón de ser.

Los señalaron, acusaron y trataron de desacreditar para que al final, como se sabía, tuvieran la razón.

RESQUICIOS.

El fiscal de Morelos asegura que fue un secuestro exprés al obispo. El Gobierno del Estado asegura que lo vieron entrar a un motel acompañado y que lo encontraron drogado incluso con una pastilla de viagra. El Episcopado exigió una rápida solución en cuanto supo de la desaparición del obispo… de este tamaño es el lío en que están y, a querer o no, estamos.