La danza: el lenguaje del cuerpo

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Por Sandra Luz Tello Velázquez

La danza va más allá de pasos, figuras y piruetas, a través de este arte se tejen emociones, historias y culturas, se expresan alegrías, tristezas, amor, ira y otra infinidad de sentimientos.

Danzar ayuda a reconocer que el cuerpo es la casa en donde el alma habita, permite escuchar al cuerpo para no doblegarlo, dialogar con el espíritu, reconocer necesidades, transformarse, trascender fronteras y lenguajes.

El bailarín puede expresarse de forma artística, rica y diversa, existe una variedad de estilos, desde el ballet clásico hasta las danzas urbanas y folclóricas, por esto en ocasiones predomina la elegancia, la gracia, la precisión, mientras que en otros momentos predomina la energía, el ritmo y la acrobacia.

En la actualidad hay tanta libertad dancística que se ha desarrollado la curiosa idea de la danza experimental, a veces inaccesible, difícil e insondable para los espectadores nóveles, pero siempre propositiva, enriquecedora, multitemática y cuya duración en escena es variada.

Hay danzas sensuales y apasionadas, en especial aquellas que guardan el espíritu latino, en el que cada dedo, muslos, rostros, labios, brazos y piernas que se mueven en el aire dejan activar la proyección de nuestros deseos, la imagen resultante puede equipararse a las pinturas de Edgar Degas.

La Danza moderna se caracteriza por su libertad de movimiento y expresión, combinando gritos, expresiones verbales, acompañadas por la música y cualquier forma propia de la plástica.

Danzar nutre, llena, enriquece, ennoblece, por ello se celebra internacionalmente el arte del movimiento, pues como refiere Jean-Georges Noverre: “un ballet bien compuesto es la pintura viva de las pasiones y debe hablar al alma por medio de los ojos”.