Por Uriel Flores Aguayo
Las elecciones de gobernadora en el Estado de México han tenido varias lecturas y reacciones. Siendo una entidad de su tamaño, historia y presupuesto vale la pena señalar aspectos poco observados.
Hubo una alternancia llamativa, del PRI a Morena, pues es gobernada por el grupo llamado Atlacomulco desde hace décadas. La diferencia entre Delfina y Alejandra resultó menor a lo que se quería hacer creer con encuestas infladas. Se confirmó una especie de elección de Estado, con la participación del Gobierno Federal y gobiernos estatales. Es obvio que las injerencias ilegales y el uso de dinero de origen oscuro restan calidad democrática a las elecciones. Es de asombro que algún gobierno estatal se haya hecho cargo de uno o varios distritos.
No siendo novedad, sí resulta preocupante que la abstención haya sido del cincuenta por ciento. Está en los rangos normales de una elección de gobernador, pero ilustra lo cuesta arriba que está lograr una ciudadanía participativa. Es responsabilidad de todos los poderes, de los partidos, de las candidatas, las campañas, todo tipo de instituciones y la sociedad civil. La popularidad del presidente AMLO no se reflejó en los niveles de votación de la candidata morenista ni en los niveles de participación electoral. Da para ganar y ya.
Es difícil saber si Morena y AMLO ganan una solución o un problema dado el limitado perfil de la gobernadora electa. No la tienen fácil en una entidad tan grande y compleja. El presidente debe estar preocupado con el resultado si atiende los números: tantos recursos y poniendo en juego su investidura-popularidad para tener una diferencia de 8 puntos. Guardando las proporciones, es un mal antecedente para el 2024.
Los partidos opositores festejan la derrota en la lógica de que les pudo haber ido peor. No tienen remedio. Sin embargo, con esos partidos y con esos dirigentes jugarán quienes decidan apoyarlos o que estén confiando en su apertura de cara a las elecciones presidenciales.
La elección del 18 generó una ola de elecciones con tendencia hegemónica de Morena, algo se mantendrá para el 24, pero con variables y posible reversión. La organización de las elecciones por el OPLE local y el INE fue impecable, demostrando su necesidad y echando por tierra los ataques presidenciales a esas ejemplares instituciones. Están a salvo. Tenemos democracia, con presiones y heridas pero tenemos democracia. No hay mayor riesgo, gane quien gane en el 2024, de sufrir una involución autoritaria.
Vienen tiempos de reconciliación, acuerdos y consensos en el contexto de la pluralidad y los procesos reformistas. La nota final de este artículo la ocupo para resaltar cómo significa una sacudida mayor que pierda el poder un grupo elitista y aristocrático a manos de un grupo municipal de inicio y con raíz de izquierda. Es un fenómeno digno de entusiasmar a quienes luchan por igualdad y democracia.
Recadito: Marcelo, es buena opción.