Por Sandra Luz Tello Velázquez
Las mujeres nacidas en el siglo XX quizá vimos o vivimos situaciones como las padecidas por las cinco hijas de Bernarda Alba, sometidas a la voluntad de un hombre, ya sea el padre o el esposo, obedientes a los designios sociales o familiares, calladas, marcadas por el sufrimiento y el llanto a los muertos durante años, a tal punto de enterrarse en vida por ellos, cancelando la risa y la decisión sobre sí mismas.
Dicha obra recrea una época del profundo conflicto en una sociedad sumida en la tiranía, la cual se convirtió en perseguidora de García Lorca. El poeta fechó este drama de mujeres el 16 de junio de 1936, dos meses y dos días antes de perecer en Granada como víctima de la Guerra Civil Española. Sin embargo, antes de morir advierte en su guion: “estos tres actos tienen la intención de un documental fotográfico” como si pretendiera reflejar las penas que conllevaba el ser mujer, porque la mayoría de las mujeres de la casa parecen dar testimonio de cualquier sociedad basada en un orden injusto.
El peso de las acciones y la voz de los personajes muestran el profundo malestar que las acompaña, particularmente Adela, la hija menor, ella es quien representa la insubordinación, pues se enfrenta al poder total o absoluto de la madre, quién se constituye como la tirana que gobierna la casa, manda, domina hasta llevar a la destrucción a los que se le enfrentan.
Por otra parte, la hipocresía social, la religión, la iglesia, las tradiciones arraigadas, el atentar contra la libertad de expresión y de decisión, la envidia, el deseo, la sexualidad reprimida, el cuidado de las apariencias y la dependencia con respecto a la figura del hombre, son algunas de las temáticas que pueden identificarse en La Casa de Bernarda Alba, todas de relevancia y existencia actual.
Federico García Lorca fue capaz de mirar el miedo compartido, develó el poder de la tiranía, el control, la obligatoriedad del silencio, pero también mostró que la fuerza de emancipación es incontrolable, que los dictadores se niegan siempre a reconocer que están a punto de ser derrocados, pero el débil siempre intentará liberarse.
Quizá pensaríamos que en la actualidad una obra como La Casa de Bernarda Alba es obsoleta, pues la vida de las mujeres está cambiando, pero no es así, ya que en realidad podría decirse que hay lugares en los que aún habita un feminismo de los años cincuenta, con sociedades que legislan el aborto como un derecho y promueven el voto, la ocupación de cargos populares o la inclusión femenina en la educación superior, pero donde cada mujer asume con resignación su doble jornada laboral, la violencia doméstica “justificada”, los modelos impuestos de familia, entre otros.
Finalmente, el dramatismo gitano de Lorca se transforma en universal, pues contempló las ramas del peligro que conlleva la sumisión, el riesgo de insubordinación y que terminó siendo la causa de la desaparición del dramaturgo, aunque también ha logrado la supervivencia de sus personajes.