Quebradero

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Ánimos y riesgos

 

 

Por Javier Solórzano Zinser

 

Diversos momentos que se presentaron en la manifestación del domingo confirman el alto nivel de confrontación y de ánimos exacerbados en los que andamos.

Pareciera que todos vamos por la misma vía para hacernos valer en donde las posibilidades de diálogo se alejan. Algunos manifestantes mostraron su enojo con reacciones violentas. Desde ayer en las redes quedó claramente establecido cuál sería el intento por definir lo que había sucedido el domingo. Las cosas para dar un poco con el futbol, pero esta mañana de nuevo se vio claramente la interpretación que se le quiso dar a la marcha.

Como pasa de manera inevitable, lo importante de la manifestación se circunscribió a lo sucedido en la puerta de la Corte y en los empujones de algunos manifestantes a personas que se encontraban en el plantón.

 

Si andaban buscando un pretexto para desacreditar la manifestación con lo sucedido en la puerta de la Corte, lo encontraron. El sentido y el objetivo de la marcha pasó a segundo plano. El Presidente se encargó en la mañana de ayer de lanzar dardos para que sus seguidores tengan parque. Acusó a los manifestantes de “prepotentes”, a lo que añadió un delicado y provocador comentario: se pretende con los aparatos de justicia llevar a cabo un “golpe de Estado técnico”.

Es cierto que algunas de las cartulinas colocadas en el plantón y en la puerta de la Corte contienen frases no sólo lamentables, sino carentes de respeto, y en muchos casos caen en la abierta vulgaridad. Ésta es la forma en que se interpreta el mensaje y la narrativa del Presidente que ha seguido a lo largo de mucho tiempo, y que de tanto repetirse se ha convertido en consignas políticas que, como suele suceder con los morenistas, tienden a cumplirse al pie de la letra.

Para López Obrador el que sus simpatizantes digan una cosa u otra sobre la Corte no le es necesariamente importante, porque él da la voz de avanzada y el resto se expresa en función de cómo lo interpretan, dando la impresión de que entre más radical sea, mejor.

En algún sentido lo avala, como sucedió hace algunos días con el singular gobernador de Veracruz, quien vino a la capital a manifestarse con todo y acarreados para, no solamente protestar, sino más bien insultar, a los integrantes de la Corte, empezando por su presidenta, a la que le traían un féretro. López Obrador se dedicó a elogiar lo sucedido, con Cuitláhuac, por fin Veracruz tiene un gobernador que no es corrupto.

Está difícil atemperar los ánimos cuando las posiciones están confrontadas y cuando de por medio está el insulto y la diatriba. No hay manera de entenderse, porque en el fondo no hay posibilidad alguna del debate. Así como vienen actuando los furibundos seguidores del Presidente, el domingo hubo reacciones de los opositores que muestran un talante de abierta intransigencia.

Estos indicadores nos van llevando por terrenos de riesgo, los cuales no hay que dejar de contemplar. El clima de violencia que se vive en muchas partes del país puede extenderse a la política, lo cual sería un problema muy grave y, sobre todo, cuando no hay un ánimo auténtico de entendimiento y no hay puentes ni personajes estratégicos, que pudieran construir comunicaciones en los actuales escenarios.

El domingo electoral vamos a tener algunas pistas de cómo se podrán enfrentar las elecciones. En el Edomex las cosas apuntan a un triunfo de Morena, en tanto que en Coahuila la victoria pareciera para “Va por México”, más allá del enésimo papelazo que hizo el Verde.