El Presidente con su base social
Por Javier Solórzano Zinser
La popularidad del Presidente no se va a heredar. Ésta es una de las esperanzas de la oposición para competir y aspirar eventualmente a una victoria, la cual no deja de ser remota.
La concentración del poder en López Obrador le ha servido no sólo para desarrollar sus proyectos, sino para poder moverse en todos los terrenos con una capacidad de maniobra que hace mucho tiempo no se veía en un mandatario.
Sin embargo, muchos de los proyectos presidenciales han sido frenados con base en leyes y reglamentos que nos rigen. Está a la vista que esto ha sido ocasión para que López Obrador manifieste sus innumerables enconos contra los aparatos de justicia.
Buena parte de la bronca con la Corte tiene que ver con que algunas reformas que le son de primera importancia han sido rechazadas, lo que ha llevado a una crítica desbocada llena de adjetivos que ha logrado permear, muchas veces de manera irreflexiva, entre sus millones de seguidores. Lo que es un hecho es que así como se lanza la crítica, en otros casos en que algunas reformas han sido aprobadas por la Corte el Presidente lo ha reconocido o lo ha pasado de largo; ahora sí que bien cabe aquello de según el sapo es la pedrada.
No pareciera existir un terreno fértil a futuro para que estas confrontaciones pudieran extenderse. Un triunfo como el del 2018 es difícilmente repetible en el 2024. Esto coloca escenarios diferentes que tendrá que entender de manera nítida quien termine por ser la “corcholata” elegida.
La mayor herencia que podrá dejar el Presidente, la cual es de la mayor de las importancias, tiene que ver con las bases sociales que ha ido construyendo en el sexenio y que en muchos casos vienen de muchos años atrás. Más que las “corcholatas” podríamos estar ante la posibilidad abierta de que el mandatario extienda su poder y su influencia en las elecciones y más allá de ellas, por más que asegure que acabando el sexenio se irá a “la chingada”, su rancho.
En el escenario de futuro hay que consignar de nuevo que el Presidente no estará en las boletas, por más que empiece a construirse una corriente de opinión que así lo quiere. Las preguntas serviles en las mañaneras y las voces de intelectuales reconocidos que han tomado franco partido por el Presidente van insinuando que no es posible un futuro sin López Obrador.
La base social terminará por ser el eje de la continuidad. No se ven otros elementos del mismo peso, porque la gobernabilidad en la presente administración ha estado cargada de luces, sombras y contradicciones.
Lo que empezará a ser una constante, acompañada seguramente de una gran campaña propagandística, será que todo lo bueno que ha pasado es gracias al Presidente. La oposición tiene en este renglón una oportunidad para mostrar que muchas cosas que en el sexenio han enfrentado es a la terca realidad.
Sin embargo, esto último no necesariamente va a pesar por el imaginario colectivo de millones de seguidores, porque para ellos la realidad es distinta de lo que dice la oposición, con todo y comentocracia.
La oposición puede tener una crítica precisa y contundente, pero está lejos de lo que millones de mexicanos aprecian, ven y sienten. La popularidad del Presidente no es gratuita, tiene que ver con que está atento a través de los programas sociales del grueso de la población. Esto se agradece, porque además nunca en la historia reciente se había visto que un Presidente tuviera como casi único centro de su gobierno a quienes históricamente están en la adversidad.
Llegará el tiempo de saber si las cosas han cambiado. Por ahora el discurso y la narrativa cumplen de manera contundente sus objetivos rumbo al 2024.
RESQUICIOS.
La relación con Perú no puede estar más mal. No es para sentirse orgullosos que nuestro Presidente sea considerado persona non grata. Estamos en un laberinto sin salida. Con razón en Perú reclaman que el Presidente se ha entrometido en asuntos que sólo les corresponden a los peruanos.