Ebrard y su destino
Por Javier Solórzano Zinser
Marcelo Ebrard sabe que tiene que adelantar los tiempos. Tiene claro que de alguna manera se ha ya tomado la decisión de parte del Presidente, para que la “corcholata” de la capital sea la candidata del mandatario y del partido.
No es casual su insistencia en que el piso no está parejo. Se sabe un cuanto ajeno al partido y por más que se mueva, su única opción es esperar a que se decidan los tiempos. Ebrard es una “corcholata” importante, pero no se ve del todo en el ánimo de quien es el fiel definitivo de la balanza.
Podría ser que el Presidente no le tenga la suficiente confianza como para tener la certeza de que habrá continuidad y lealtad. No vemos cómo el canciller pueda continuar con muchas de las políticas del tabasqueño, porque en función de quién es y cómo se define de alguna manera estaría traicionándose en caso de seguir en el “voy derecho y no me quito” del sexenio.
El canciller tendrá que preguntarse si actuará de la misma manera ante la comunidad científica y ante las ONG como lo hace el Presidente. Ha dado pruebas de querer dialogar y establecer vínculos con dos instancias que son fundamentales para la armonía de la sociedad, pero sobre todo para crecer en democracia y entender el valor de la ciencia como instrumento de cambio social, haciendo a un lado los estereotipos ideológicos que se ha encargado de endilgar quien dirige lo que antes se llamaba Conacyt.
No está lejos el día en que las “corcholatas” tengan que dejar sus cargos. El movimiento que hizo Ebrard al colocar fuera de la cancillería a Martha Delgado para que haga abiertamente campaña, tiene que ver con los pocos elementos que va teniendo, en comparación quizá con las otras “corcholatas”, para echar a andar lo más pronto posible su presencia en todo el país, pero particularmente en sectores de la población que no necesariamente pertenecen a Morena.
Lo que va a ser difícil evitar son las confrontaciones. El titular de Gobernación ya ha tenido dos o tres desplantes señalando a Ebrard y queda claro que la Jefa de Gobierno, que todo parece indicar que es la consentida de Palacio Nacional, no va a dejar pasar una sola de las críticas u observaciones de quien pareciera que le está urgiendo dejar de ser canciller.
La decisión del o la candidata requiere consideraciones más allá de la lealtad, pero es evidente que no será así. Lo que va a exigir el Presidente es que sigan su camino sin giro alguno, recordemos aquello de que no se vale “zigzaguear”.
En el papel, Claudia Sheinbaum y Adán Augusto López pareciera que le dan la total certeza que exige y necesita el Presidente. López Obrador deberá considerar, aunque hoy no lo ponga en la mesa, que le cuiden las espaldas.
Son diversos los temas que a su círculo inmediato se le ha ligado con hechos de corrupción. Lo que se ha dado a conocer sobre la presunta complicidad de dependencias oficiales para llevar a cabo negocios encabezados por uno de sus hijos, va a tener que explicarse, por más que nos hagan escuchar a Juan Gabriel.
Las “corcholatas” tendrán que apaciguar sus ánimos hasta después de las elecciones en Edomex y Coahuila. Hay algo que ya queda claro, nada más son tres quienes pueden aspirar. Da la impresión de que Ricardo Monreal a lo más que podrá aspirar, lo cual no está nada fácil por cierto, será ser candidato en la capital. Las furibundas huestes morenistas enquistadas en el Gobierno de la ciudad seguramente harán todo lo posible por impedirlo.
La fuerza de Ebrard quizá no pase centralmente por Morena. Quizás sea por eso también que exige juego limpio, además de querer probarse más allá del partido que controla abrumadoramente el Presidente.
RESQUICIOS.
El Presidente le envió una carta más a su homólogo estadounidense. En este caso le pide que deje de enviar ayuda económica a ONG, que no a su gobierno, a las que considera sus “adversarios”. Bien pudo ponerle una posdata para que le explique la militarización en algunas zonas de la frontera.