Sedena y rendición de cuentas
Por Javier Solórzano Zinser
La comparecencia de la titular de Protección Ciudadana fue intensa, agria y controvertida, como están los temas de seguridad era inevitable.
Estábamos ante un diálogo entre poderes por más que pueda molestar el tono con que se manejaron algunas de las participaciones.
Le puede no gustar al Presidente, al titular de Gobernación, a la titular de Seguridad y a los de la Defensa y Marina la forma en que se expresaron algunos senadores, pero no se puede olvidar que hace algunas semanas fue el titular de la Sedena quien hizo severos juicios sobre los legisladores de oposición y poco reparó en la división de poderes.
La participación del senador Martínez fue severa. Tenía que ver con lo sucedido en el discurso del 13 de septiembre; fue en algún sentido una respuesta tardía, pero al final fue en el lugar indicado. No tiene sentido, a pesar de las diferencias que se tengan, plantear que quien no apruebe ciertas reformas termina siendo un “traidor a la patria”. Esta referencia provoca una reacción en el imaginario colectivo y más entre quienes son seguidores del Presidente.
El secretario de la Defensa ha hecho diversas críticas y ha lanzado más de una pulla en contra de algunos legisladores y aunque no haya comparecido, su presencia en el Senado fue oportunidad para señalarle aspectos a los cuales se ha referido, por cierto, no en los mejores tonos.
Lo que pasó, por más que haya sido brusco, es la manifestación de la división de poderes. Los militares y los marinos se han ganado a lo largo de la historia un lugar y un reconocimiento. Son queridos y respetados porque su labor se identifica con los momentos más adversos que puede vivir la sociedad.
Su presencia solidaria y comprometida para ayudar a los ciudadanos en medio de fenómenos naturales se convierte en la esperanza y la solución para miles de personas, el reconocimiento es inobjetable.
Lo que ha pasado en los últimos años, más que cambiar la imagen de las Fuerzas Armadas, es que al ubicarlos en nuevas funciones quedan expuestos, a lo que hay que sumar que en más de un caso les ha costado trabajo entender y responder ante los problemas de seguridad que se les han asignado.
Las circunstancias han cambiado la relación que tiene la sociedad con las Fuerzas Armadas. Durante mucho tiempo los militares se han manejado con enorme prudencia y secrecía poco se sabe de lo que pasa al interior de los cuarteles.
A partir de que están regularmente en las calles están a la vista de todos, al tiempo que los altos mandos del Ejército se han visto obligados a explicar lo que hacen, lo que en ocasiones no resulta satisfactorio en función de que los ciudadanos viven regularmente.
A esto sumemos la difusión de los correos del grupo Guacamaya. No compartimos la idea que lo que está pasando se haya convertido en “zopilote” o que haya “fracasado”; está a la vista que hay muchos asuntos pendientes que merecen una explicación en el marco de la rendición de cuentas.
Las funciones que están cumpliendo los militares son una de las consecuencias de que tengamos a las Fuerzas Armadas como una constante en el imaginario colectivo y en la revisión y análisis cotidiano.
Ante el acuerdo de extender la presencia de los militares en los asuntos de seguridad hasta 2028 con mayor razón están obligadas las Fuerzas Armadas a una sistemática rendición de cuentas, a comparecer para conocer el porqué, el cómo y las razones de buena parte de las decisiones que toman.
Los militares son parte de la sociedad, no son un poder separado, forman parte, a querer o no, de la división de poderes y tienen que rendir cuentas.
RESQUICIOS
Al grito de “todos abajo, no pasa nada” una maestra de la escuela Mario Silva, en Empalme, Sonora, les pidió a sus alumnos que se agacharan y que no se movieran ante una balacera en las afueras del recinto. La maestra y estudiantes supieron qué hacer en medio del susto y la impunidad, todos están bien; es una historia conocida en muchas partes del país.