Jaque mate al crimen organizado*
Por Javier Solórzano Zinser
Resulta aleccionador que en medio de la crisis en seguridad enmarcada por discusiones que no ayudan a debatir el estado de las cosas, aparezca un testimonio que dé cuenta de lo que se puede hacer y se hizo en la medida en que haya voluntad política, se conjunten las diferentes fuerzas políticas de la sociedad y se haga un trabajo profesional sabiendo que se requiere de tiempo, espacio y que en muchas ocasiones se pasará por dolorosos reveses.
Las conversaciones entre Rubén Aguilar y Rubén Moreira dan cuenta de un momento particularmente delicado para el país, el cual no se supera en muchos estados, pero que en Coahuila adquirió una dimensión diferente que bien lo pudiera colocar como punta de lanza para otros estados y lo cual también pudo, o en sentido estricto puede, tener una dimensión nacional.
La experiencia en Coahuila termina por darle la razón a quienes enfrentan el problema, cito textual: “Sólo se puede resolver si los estados, en el marco de una estrategia, se deciden enfrentarlo y lo hacen con sus propias fuerzas de seguridad”.
Es claro que muchas son las adversidades en seguridad que se vivieron en la administración de Rubén Moreira. No fue fácil entenderse con Felipe Calderón y da la impresión de que con Peña Nieto terminó por entenderse más por razones político-partidarias que por compartir un proyecto común.
Sin embargo, se establecieron estrategias y la evidencia de que no hay manera de desarrollar proyecto alguno de gobernabilidad si no parte de la convicción de todos los actores que deben estar involucrados, y más si se trata de la seguridad.
Lo importante es que se hizo un diagnóstico puntual de lo que estaba pasando en medio de las contradicciones, complicidades y la lacerante corrupción.
Quizá en términos del imaginario colectivo la frase de Rubén Moreira que se convirtió en la definición de la seguridad fue una de las claves para establecer la confianza entre los ciudadanos “de la seguridad me encargo yo”.
Uno de los grandes retos estuvo en cómo establecer una estrategia en contra de los cárteles. Coahuila padeció una de las etapas más violentas con los Zetas por delante. Carlos Osuna, empresario retirado de Allende, explica cómo se involucraban: “Establecían vínculos con nuestras familias. Uno de ellos se casa con una prima o con la hija de un amigo cercano y de repente estaban en las mismas fiestas o cenas de Navidad …. antes de que te des cuenta son miembros del Club de Leones”.
Fernando Purón Johnston, expresidente de Piedras Negras, da más pistas: “Llegaba un ‘malandro’ (forma educada de decir `hijo de la chingada’) a un bar como cliente y tú llegabas con tu novia, una muchacha muy guapa. Si a ellos les gustaba, se la llevaban. Y se convertía en novia del ‘malandro’, y los papás la andan buscando y a ti te quitaron la novia”.
Las y los gobernadores enfrentan a menudo herencias malditas y en un buen número de casos no saben qué hacer con ellas, las evaden o siguen el mismo camino de sus antecesores bajo el falso supuesto de que con ello se corre el menor número de riesgos.
Se encontraron mecanismos para acabar con la violencia en medio de las complicidades de los policías, los delincuentes y dígase lo que se diga los militares.
Hoy que se habla de narcos o el Ejército, lo hecho en Coahuila muestra alternativas de la mano de la sociedad, del respeto a los derechos humanos y de una búsqueda interminable por los desplazados y desaparecidos.
Seguramente se quedó a deber, pero sin duda se muestran caminos y alternativas necesarias para que el país viva y respire.
RESQUICIOS
Lo peor que podía pasarle al gobierno con Ayotzinapa le está pasando. Confusión, dudas, incredulidad con un personaje respetable como Alejandro Encinas en medio de la tormenta.
*Resumen del texto leído en la presentación del libro Jaque Mate al Crimen Organizado. Coahuila: una estrategia multidimensional por la paz.
Prólogo de Jorge G. Castañeda.
Ed. Planeta.