Y los migranates fueron al fut…
Por Javier Solórzano Zinser
Para los migrantes el Tri y los equipos nacionales son parte de su identidad.
Ir al estadio es estar de alguna manera en el país. Es estar en México viendo el fut en medio del jolgorio, el cual se vive en la tribuna en medio del relajo, la diversión, la identidad, el recuerdo y sus reglas.
El negocio que se hace con los migrantes en los estadios es cuestión aparte. Es como llevar un circo de estadio en estadio en donde lo que importa son las ganancias y muy poco se reflexiona sobre el sentido social, de identidad y cultural que hay detrás de todo esto.
El Tri es más cobijado en EU que en nuestro propio país. La tribuna domina el juego. Las y los migrantes se encargan de hacer una fiesta antes, durante y después del partido. Los boletos para entrar al estadio son cada vez más caros, pero están dispuestos a cualquier cosa con tal de ver a “los suyos”.
Sin duda importa el triunfo o la derrota. Pero quizá lo más importante sea verlos y saber que al verlos se están viendo ellos mismos como parte de la mexicanidad, incluso si son migrantes de segunda o tercera generación.
A los de pantalón largo poco o nada les importa todo esto. Lo que les importa es el negocio y si el estadio se llena o no. Para el negocio lo importante es el estadio lleno. Poco cuentan las vicisitudes que viven los migrantes para acceder al estadio y, sobre todo, lo que cuesta el boleto. Lo que importa es que vayan, dejen la lana y que los de pantalón largo se queden tranquilos, porque los migrantes pagan por ver a su selección o su equipo.
El sábado, a pesar de los innumerables problemas, los migrantes se retrataron en la taquilla y se divirtieron en el estadio. Pasaron en términos del juego por un rival que resulta que de la noche a la mañana fue incómodo y menospreciado. Estuvo a nada de ponernos en uno más de los muchos ridículos que futboleramente se han vivido en la historia del balompié.
En medio de su lealtad por el futbol, los migrantes llenaron el sábado el estadio. Sabían que podían ser sujetos de una redada más de un presidente que está buscando hacer en su país una limpieza étnica.
Los comentaristas de doña tele por primera vez se dieron cuenta que los migrantes son algo más que un negocio para el futbol de pantalón largo. Al tiempo que se la pasaron menospreciando a República Dominicana, por momentos jugaron a la toma de conciencia e hicieron referencia al enorme problema por el cual están transitando millones de migrantes en todo EU.
A estas alturas, la problemática ya está más allá de la cuestión migratoria, ha alcanzado la cotidianidad estadounidense como se está viendo a lo largo y ancho de todo el país.
Los migrantes fueron al estadio para mostrar su lealtad, pero también para hacerse valer. No olvidan su signo de identidad que tiene el futbol como una referencia de sus orígenes.
Estos días EU está viviendo uno de los pasajes más complejos, inéditos y riesgosos de su historia reciente. Los migrantes han salido a la calle y se han metido a los estadios, estos días se están jugando en el país dos importantes torneos de futbol, uno de carácter regional y el otro a nivel mundial, a lo que se suman los próximos Juegos Olímpicos en Los Ángeles.
El futbol le dio a los migrantes una pausa en medio de un grave conflicto. Han tomado la valiente, riesgosa, solidaria y genuina decisión de enfrentarlo con convicción en las calles.
México está obligado como nunca a ser solidario con los migrantes. Sería una respuesta a lo mucho que nos han dado y reconocer lo poco solidario que hemos sido a lo largo de la historia.
La lealtad de los migrantes con el futbol es la lealtad que tienen con su país, aunque éste, como se ha visto a lo largo de décadas, los olvide.
RESQUICIOS.
Tiene su dosis de hipocresía la relación de la izquierda con EU. Acusan al “imperio”, pero resulta que “los que vivimos en la frontera tenemos casas del otro lado”, como reconoció la multicitada y aspiracional senadora por Chihuahua.