Por Sandra Luz Tello Velázquez
Jorge Mario Bergoglio marcó a la Iglesia Católica desde el momento en que fue nombrado Sumo Pontífice. Fue el primer Papa latinoamericano, se ordenó en la Compañía de Jesús de Argentina, su país natal, fue nombrado arzobispo de Buenos Aires y se destacó en el continente como un pastor sencillo y querido por su diócesis.
Desde su llegada al pontificado en 2013, el Papa Francisco marcó un antes y un después en la Iglesia Católica. Su elección del nombre Francisco, en honor a San Francisco de Asís, fue un claro mensaje de su compromiso con la humildad y la cercanía a los más vulnerables, dicho gesto simbólico fue solo el comienzo de una revolución silenciosa en la Santa Sede.
Su enfoque en la inclusión, el diálogo y la sostenibilidad ha resonado más allá de los muros del Vaticano, convirtiéndolo en una figura vista como polarizadora, pero profundamente influyente.
Su última y emblemática propuesta, el Pacto Educativo Global, reflejó su compromiso con una educación integral basada en valores como la dignidad, la fraternidad y el cuidado del medioambiente, su llamado a la acción buscaba transformar la manera de educar, apostando por la unión y el entendimiento mutuo.
Sin embargo, su imagen pública no estuvo exenta de controversias, ya que mientras algunos lo ven como un reformador valiente, otros han criticado su postura en temas como el papel de las mujeres en la Iglesia y su manejo de los escándalos de abuso, así mismo, su lenguaje sencillo y cercano, aunque efectivo para conectar con las masas, ha sido interpretado por algunos como una simplificación excesiva de problemas complejos.
Por otra parte, el Papa Francisco manifestó sus habilidades para negociar y se mostró como un defensor de los derechos humanos. Su intervención en conflictos internacionales y su llamado a la paz fueron aplaudidos, pero también generó tensiones con líderes que lo percibieron como una amenaza a sus agendas.
Por otra parte, siendo líder de la Iglesia Católica desafió las expectativas, marcando un rumbo que mezcló tradición y modernidad, su reforma a la Curia Romana fue un hito en la historia de la Iglesia, tocando áreas clave como economía, derecho canónico y comunicación. Cabe señalar que a pesar de que la reforma era necesaria, reveló la complejidad de cambiar estructuras centenarias.
A pesar de las críticas, su liderazgo se considerará un ejemplo de compromiso y humildad en un mundo que clama por líderes auténticos y comprometidos.
Finalmente, el Papa Francisco demostró que la verdadera fortaleza radica en la capacidad de adaptarse y abrazar el cambio sin perder de vista los principios fundamentales, la fe y la esperanza.