Por Darío Fritz
Entre tanto fárrago de anuncios, declaraciones, órdenes, imposiciones, que ha desplegado Donald Trump para intentar poner patas para arriba la marcha del orden político y económico mundial, el viernes 14 saltó a última hora el cierre de siete oficinas destinadas a expandir la hegemonía estadounidense fuera de sus fronteras con apoyos económicos y de paso una sutil, pero profunda injerencia en políticas locales. Ya lo había hecho con USAID, generando una disputa legal con la justicia aun sin resolver, y ahora sumaba estas siete, de las cuales una de ellas y la más conocida, Voice of America (VOA) -ya sin el glamour de otras épocas-, hubiese sido un escándalo cerrarla hace algunas décadas y hasta regocijaría a sus enemigos.
La Casa Blanca lo presentó como una medida a favor de los contribuyentes que ya no tendrían que aportar a la “propaganda radical” de la emisora internacional que desde hace ocho décadas informa en medio centenar de idiomas a una audiencia de unos 354 millones de personas en plataformas digitales, de televisión y radio. Con la sensibilidad a flor de piel con todo aquellos que no se acomoda a sus intereses, en especial la crítica, para Trump la permanencia de esta emisora -no se difunde en Estados Unidos para evitar la competencia con los medios privados aunque el acceso por Internet ha cambiado relativamente la disposición legal-, bien podría entenderse como espinas clavadas en el interior de sus zapatos. Hasta el viernes, VOA informaba con el rigor de los hechos -la transformación de la comunidad hispana de Nueva York por las razzias antiinmigrantes, advertencias de Europa contra Rusia por Ucrania, Sheinbaum que rechazaba acciones militares de EU contra los carteles en territorio mexicano-, lejos de lo que el trumpismo, como suele ocurrir con quienes gobiernan, entiende por informar.
Pero la Voz de América no ha sido eso en su historia. Esta de ahora se ha maquillado a partir de que el Muro de Berlín cayó en 1989 y la Guerra Fría se pulverizó. Fundada en 1942 para contrarrestar la propaganda nazi en momentos en que la radio tenía la trascendencia informativa que hoy le cabe a internet, al término de la Segunda Guerra Mundial pasó a tener una influencia esencial como aparato propagandístico frente al bloque soviético. A través de Radio Europa Libre y Radio Libertad fue la que trascendía la cortina de hierro para contar las bondades capitalistas, atizar disidentes y dar rienda suelta a la difusión de las “atrocidades” comunistas de las cuales polacos, búlgaros, alemanes orientales, húngaros o checos, no se podían enterar. Como tampoco en Rusia, China o Corea del Norte. Su arma propagandística no fue solo verbal -introducía libros y periódicos-, pero fue fundamental por entonces la inserción en ella de la CIA como uno de sus pulpos operativos. Sus agentes escribían libretos para los mensajes radiales, colocaban personal encubierto y tapaban en ella millones de dólares para sus actividades. En América Latina tuvo su injerencia también. Participó en campañas mediáticas como el derrocamiento de Jacobo Árbenz en Guatemala y Salvador Allende en Chile; el golpe de Estado de República Dominicana de 1963 y la ocupación dos años después. Sus mensajes contribuyeron a respaldar a los regímenes militares de los años ’70 y ‘80 del siglo pasado en Sudamérica y Centroamérica. Cuba fue su prioridad en el continente: desde la invasión de Bahía de Cochinos de 1961, con la creación de Radio Martí durante el gobierno de Ronald Reagan y hasta los últimos días de la semana pasada. Sí, eran radicales, a decir de Trump, aunque en un sentido muy equidistante de la mirada parroquial del presidente estadounidense.
El anuncio de la administración trumpista quizá tenga bastante de razonable, a pesar de un supuesto ataque a la libertad de expresión que se quiere argumentar, sin recordar aquellos antecedentes. La ecuación es simple. Para qué gastar en convencer a los 1,300 empleados de VOA en convertirse en agentes propagandísticos o incorporar a otros que lo hagan, si tiene a su servicio X, Facebook, Instagram, Threads, Truth Social o TikTok. La multiplicación de mensajes con las plataformas sociales ya es infinita, sus agentes propagandísticos se miden en millones y el costo económico resulta insignificante. Los números le cierran.
@dariofritz.bsky.social
dariomfritz@gmail.com