Quebradero

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“Hacerlo feliz”

 

Por Javier Solórzano Zinser

Es necesario preguntarse si tiene sentido responder con aranceles a los aranceles de Trump.

Los primeros afectados son los ciudadanos. La postergación de un mes de aranceles a la industria automotriz es prueba de cómo las cosas pasan por las ocurrencias, ataques y amenazas, sin que haya de fondo un diagnóstico de lo que se está proponiendo.

La narrativa del presidente busca atemorizar y la lleva a cabo a menudo sin darse cuenta de las consecuencias que tiene todo lo que dice y hace. El diálogo que sostuvo con los jefes de las tres principales empresas automotrices de EU le hizo conocer los riesgos de una decisión que pasa más por la ocurrencia y por un nacionalismo trasnochado que por una opción estratégica que, efectivamente, le beneficie a su país.

Si Trump aplica los aranceles, los afectados directos son la industria, sus trabajadores y todas las empresas que forman parte del proceso. De manera paralela, los otros afectados son los ciudadanos, porque son ellos quienes tendrán que pagar más por un producto que en sentido estricto tiene otro costo; en una circunstancia de esta naturaleza no hay manera de que pueda haber ganadores.

El Gobierno mexicano tiene que saber decidir reconociendo que está bajo un escenario que en lo general le es adverso. Si establece una serie de aranceles como una respuesta de la misma naturaleza, los afectados serán los consumidores. Lo contradictorio es que no hacerlo nos coloca bajo una posición de aparente debilidad, pero la sensatez puede llevar a una salida negociada. La relación con EU nos lleva inevitablemente a una mutua dependencia, la cual, aunque se quiera ver de manera unilateral, es de ida y vuelta.

Es cierto que si EU estornuda a nosotros nos da pulmonía. También es cierto que lo que pasa y se decide en el país termina afectando a los consumidores estadounidenses, por lo que meternos en una guerra comercial es entrar en un terreno al que nos llevan, pero ante el que deberíamos de buscar por todos los medios posibles de no ir por decisión propia.

Lo que está pasando ahora con Trump es la enésima prueba de lo que vamos a vivir los próximos cuatro años, estamos viviendo un mes, con la nueva pausa serán dos, de lo que será la relación con EU los próximos cuatro años.

Las provocaciones no van a parar. Es deleznable lo que dijo Trump respecto a la extradición o entrega de 29 narcotraficantes detenidos en México. Asegurar que se hizo para “hacerlo feliz” es irrespetuoso, lamentable y muy propio de su forma de ver las cosas.

Es una respuesta a una acción del Gobierno mexicano que termina por ser de menosprecio. Es cierto que falta la otra parte del componente del narcotráfico en el país: faltan los políticos que son quienes han establecido una relación de complicidad en todos los órdenes para que los narcos se muevan a sus anchas en al menos 30 o 40% de nuestro territorio.

No hay indicios de que en la Presidencia o en Morena haya un mínimo de autocrítica y reconocimiento de lo que ha provocado en los últimos años su gobernabilidad. No se puede seguir con el argumento de que un gobernador es víctima de una campaña para tratar de desacreditarlo bajo el argumento de que quien lo señala es un delincuente. Que no se olvide que varios delincuentes con sus testimonios son quienes tienen en la cárcel a García Luna.

A la usanza de Echeverría y López Portillo la Presidenta echará a andar su contraofensiva contra Trump, pocos voltearán a verla en EU.

El Zócalo será un espacio para el consumo interno con temperaturas de 27° a las 12 del día con invitaciones a los suyos, al tiempo que piden unidad nacional

RESQUICIOS.

Este día “muy probablemente” conversarán la Presidenta y el presidente. En favor de la transparencia se deberían hacer públicas las conversaciones porque después cada quien saldrá con su versión de lo que pasó, no hay nada como conocer lo que realmente pasó.