El mayor de los fracasos
Por Mónica Mendoza Madrigal
Confieso que el tema de esta columna me fue sugerido por varias amistades que conocen la experiencia que le da lugar y que me instaron a ponerla por escrito, con la esperanza de así tratar de romper la inercia de la injusticia del sistema de salud pública de este país. Así que estas letras que usted lee surgen del enojo, de la frustración y de la indignación que espero que no se nos termine nunca, para que jamás lleguemos a dejar de exigir lo que es justo.
Mi madre es adulta mayor y es jubilada y pensionada. Trabajó 32 años para el gobierno federal y además es viuda, así que tiene derecho al ISSSTE y al IMSS, servicios que hasta hace poco más de un año, no había sido necesario utilizar. Ella no está enferma, pero los años no pasan en balde, por lo que necesita varias cirugías del área de traumatología y ortopedia.
En noviembre de 2023 comencé el largo camino de dar mil vueltas para que de su médica tratante la canalizaran a especialidades y ahí intentar que pudieran operarla. Hoy –año y medio después-, estamos exactamente en el mismo punto de inicio, sin ninguna señal de que hayamos avanzado, en el interminable proceso de la burocracia médica.
El año pasado le cancelaron 3 veces sus citas y la canalizaron con 4 médicos diferentes, uno de los cuales es un traumatólogo pediatra. El colmo de toda esta cadena de inoperancias fue el momento en que el médico abrió la puerta de su consultorio y al verla, exclamó sorprendido: “es usted una adulta”, lo cual en realidad fue todo un despropósito, porque se supone que él ya había visto su expediente.
En fin, que no hemos logrado tener 2 citas continuas con el mismo médico en más de un año y por tanto, su tratamiento no tiene ninguna continuidad. Hoy sabemos que esto ocurre porque los especialistas externos que laboran para la institución no renuevan sus contratos debido a la pésima paga que les dan y por la impotencia de que no tienen los insumos para que sus pacientes sean debidamente tratados, así que se van. Aunque los que son de planta tampoco quieren arriesgarse a alguna denuncia por mala praxis ante la inexistencia de insumos, así que jamás nos ha tocado que la atienda un médico de planta, porque invariablemente ha “coincidido” que están de licencia médica o de vacaciones.
Una de las cirugías que mi mamá requiere ameritaría colocarle una prótesis en la rodilla y los propios médicos nos comentaron que el ISSSTE no licitó las prótesis, así que hay una lista de espera de 2 años por una rodilla nueva, que para una persona adulta representa la posibilidad de tener una mejor calidad de vida, sin dolor y con mejor dignidad.
Hace una semana “perdimos” la cita porque llegamos unos minutos tarde al Hospital Regional del ISSSTE del puerto de Veracruz (tratando de estacionarnos abajo, sacando la silla de ruedas y subiendo al piso correspondiente), cuando en realidad la atención a los pacientes anotados traía un retraso de más 45 minutos. Habíamos esperado esa cita durante casi 4 meses y ni la enfermera ni el médico mostraron ni un milímetro de compromiso con la salud de sus pacientes, así que cuando se negaron a atenderla, lloré de frustración.
Hay en el hospital una red muy solidaria tejida casi en la clandestinidad entre las y los pacientes –todos personas adultas– y sus familiares, que pasan ahí tantas horas, que terminan conociendo el funcionamiento de los intestinos de ese enorme elefante blanco, así que ellos se acercaron para decirme que subiera a la dirección a quejarme, cosa que hice.
Ahí me dijeron que los doctores deben atender a todos los pacientes, así que la coordinadora ofreció que llamaría al médico para decirle que atendiera a mi mami, quién esperó 2 horas, hasta que mejor nos retiramos cansadas, frustradas, desilusionadas.
En su segunda cita semanal con el especialista del pie (son médicos distintos), el que nos correspondía tampoco nos atendió (de hecho, no lo hemos conocido porque al parecer, él es el único que opera), así que el residente nos explicó que esa estrategia de “apoyo” de la dirección hacia los pacientes en realidad es falsa, porque a los médicos les tienen terminantemente prohibido atender a alguien que llegue tarde, porque así ya al menos “es uno menos”, y que de hecho esa es parte de la razón por la que los médicos no quieren ya trabajar para el ISSSTE, porque los súper saturan de pacientes, a los que solo les pueden recetar medicamentos paliativos, porque de operarlos, nada.
Nos comentan ellos mismos que a los especialistas interinos a veces les pagan 3 mil pesos mensuales, lo que en realidad acabó haciendo que me desistiera de poner una queja formal en contra del doctor que no nos quiso atender y más bien terminé condoliéndome por su situación, pues es absolutamente indignante que a un médico especialista que ha estudiado como 10 años para poder ejercer, le paguen un salario tan miserable como ese.
Esta será la segunda vez que a mi madre le realizan sus estudios preoperatorios, sin que exista la menor posibilidad de que en algún momento puedan intervenirla –claro, a menos que me ampare y obligue al sistema a hacerlo-. Ya ella desistió de querer que le pongan una prótesis. Es tan inhumano todo el sistema, que ella y otros pacientes en circunstancias semejantes, acaban negándose a ejercer un derecho que es suyo.
He expuesto el tema en redes, arrobando las cuentas institucionales, he llevado escritos dirigidos a quien dirigía el hospital, le he escrito al Director General y absolutamente nada ha sucedido. En realidad, cada ventanilla de atención está diseñada no para darle solución a la necesidad de las personas derechohabientes que –por obviedad de circunstancias– tienen algún padecimiento de salud, sino para esquivar los golpes mediáticos o legales que pudieran interponerles y cansar a las y los quejosos hasta que desistan y acepten los paracetamoles que les ofrecen. O fallezcan.
Cuando llevo a mi madre a sus consultas percibo un olor muy particular que flota en el aire en el hospital: es el de la desesperanza de las y los enfermos, el de la frustración de sus familiares que les acompañan y el de una burocracia mediocre que cree que les pagan por desayunar picadas y no por atender pacientes.
No cabe duda que el sistema de salud público de México jamás fue como el de Dinamarca y representa el mayor fracaso del gobierno federal en su mandato y obligación de brindar un sistema de salud digno para su población.