Un día solo dije “no puedo más”: la importancia de la prevención del suicidio

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Por Lyneth Santiago

 

La entrevistada solicitó que su identidad fuera resguardada

 

Septiembre es el mes de la Concientización sobre la Prevención del Suicidio, siendo el 10 el día para la prevención del mismo.

La Organización Panamericana de la Salud (OPS) señala que el objetivo del Día Mundial de la Prevención del Suicidio es crear conciencia a nivel global, de manera que la comunidad pueda colaborar y abordar el tema de las autolesiones y el suicidio por medio de acciones preventivas.

Cabe destacar que en muchos hogares, escuelas o centros de trabajo, la salud mental continúa siendo aún un tabú, lo que genera que la gente sienta que sus emociones y sentimientos no son válidos ya que, como muchos dicen; “hay gente que tiene peores problemas que tú”.

Por ello, es importante no sacar conclusiones por cuenta propia, ya que podríamos afectar el ánimo de alguien que lucha contra la depresión, ansiedad y otros problemas. Podemos aprender a detectar las distintas señales de auxilio que se presentan cuando alguien está sufriendo y pasando por un mal momento.

Si estuviésemos mejor informados acerca de la prevención del suicidio, ¿cuánta gente estaría aún aquí?

La lucha por sobrevivir

Hablar del suicidio no es un tema fácil para quienes han llegado a intentarlo y no lo lograron; tampoco para quienes han luchado contra aquellos pensamientos destructivos o que han tenido familiares que, a causa de ello, ya no están.

“Lucía” es una joven de 17 años que desde muy pequeña lucha contra la depresión y la ansiedad.

“La primera vez que intenté suicidarme fue a los 10 años. Mis papás tenían muchos problemas ya, discutían a cada rato, mi mamá lloraba, mi papá se iba de borracho y luego se desaparecía y regresaba mal… fueron muchas cosas en donde yo no me sentía querida. Yo sentía que ellos ni siquiera me habían querido tener, incluso mi papá una vez me dijo que él ni siquiera quería que mi mamá me tuviera pero que pues ‘ya que chingados’ (…).

“Yo me hacía mi comida ya que casi no pasaba tiempo con ninguno de los dos debido a sus trabajos, mi mamá doctora y mi papá taxista y dueño de varios taxis, los veía ya hasta la noche o en la mañana. Comencé con ataques de ansiedad como a los 8 años, un día simplemente al ver a mi papá y mamá discutir me asusté mucho y comencé a temblar, al punto en que me desmayé (…), yo no jugaba con mis juguetes, la mayor parte de mi infancia me la pasé triste, como si fuese un estorbo para mis papás, la única que se preocupaba por mí pues era mi abuelita materna y una tía por parte de mi papá. Había comportamientos en mí que no eran acordes a mi edad, o eso escuché una vez que mi psicóloga le dijo a mi abuelita”, narra.

Aunque la salud mental y asistir con un psicólogo o psiquiatra continúan siendo un tabú, la gente se ha concientizado un poco más acerca del tema y en esta época se asume la importancia de atender nuestras emociones, así como de estar pendientes de la depresión o ansiedad.

“Cuando me dio el primer ataque y me desmayé, me detectaron depresión y ansiedad. Primero querían intentar controlarme llevándome a la psicóloga para evitar medicarme por mi edad, así que comencé a ir, comencé a sentirme mejor… todo estaba mejorando, mis papás ya no discutían, ya no se gritaban y cuando creí que todo estaba bien, iba yo llegando de la escuela, que por suerte está frente a mi casa y vi el taxi estacionado de mi papá así que corrí porque quería verlo… ¿cuál fue mi sorpresa? Que estaba con otra mujer. Me gritó, me dio una cachetada, me dijo que seguro yo ni era su hija y que solo era un estorbo. Ese día, subí a mi cuarto, busqué algo con qué colgarme y bueno, lo hice. Lo hice porque yo creí que mi vida no importaba, que ni mi propio papá me quería y que si era un estorbo, ¿por qué continuar aquí? No dudé en colgarme y lo hice (…) cuando desperté, estaba en el hospital. No había logrado mi cometido. Mi mamá estaba dormida mientras me tomaba de la mano, yo estaba perdida y confundida, me moví un poco y mi mamá se despertó enseguida, me abrazó con cuidado, lloró, y yo no sabía que decir, me sentía perdida.”

En muchas ocasiones los intentos de suicidio suelen ser por cuestiones de violencia intrafamiliar, por abuso sexual, por depresión, entre otras cosas, siendo cada uno de estos motivos, uno preocupante que no debiera ser minimizado.

Luchar contra los pensamientos suicidas no es fácil para las personas que los tienen. Es un proceso de recuperación largo y difícil, que con apoyo de especialistas, amigos y familia, se puede lograr superar. Para ello, también es necesario tener paz.

“Mi proceso de recuperación fue difícil y largo, no es algo que se supere de la noche a la mañana, mucho menos que sane con facilidad. Tengo marcas de la soga en el cuello, ya que por la fricción me quemó un poco y me lastimó, pero no me dan vergüenza, porque para mí significan como una lucha, creo que soy un claro ejemplo de supervivencia y que las cosas siempre pasan por algo, que la vida siempre nos da una segunda oportunidad y nos demuestra porqué debemos continuar, que aún tenemos motivos por los cuales seguir viviendo.

“No te niego que aún tengo cosas por sanar y que de vez en cuando tengo recaídas, pero con ayuda de mi mamá, de mi abuela y mi tía, he logrado salir adelante. Mi papá se alejó de nosotras, me culpó a mí y a mi mamá de muchas cosas que no tenían siquiera sentido. Hace alrededor de un año me buscó, me pidió perdón y todo, pero con todo lo que pasó me di cuenta de que no es alguien que quiera ya en mi vida.

“Algo que diría a aquellos que sufren depresión y que encuentran una ‘solución’ en el suicidio, es que ése no es el camino. Sé que no es fácil, pero hay motivos para vivir, para seguir, tenemos familia que sufriría en caso de perdernos, y aunque a veces el suicidio se ve como una salida, no lo es. Busquen ayuda, motívense, aunque no sea fácil… todo se logra con esfuerzo y apoyo de nuestros seres queridos, hay que preguntarnos, ¿realmente quiero esto? ¿O sólo lo pienso en este momento?”.

Las tendencias suicidas pueden ser atendidas a tiempo si se motiva a asistir al psicólogo o al psiquiatra. Con apoyo profesional y familiar, las cosas pueden ser más ligeras.

Si está en nuestras manos ayudar a prevenir el suicidio, hagámoslo, informémonos de los indicios que nos advierten que algo no anda bien, porque no sabemos cuándo podemos salvar una vida.