Quebradero

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El país ya es otro

 

Por Javier Solórzano Zinser

Quizá por ahora no nos percatemos del todo, pero será cuestión de poco tiempo para que empecemos a ver un desarrollo de las cosas distinto del que hemos vivido durante mucho tiempo.

No hay elementos para tener claridad del futuro inmediato. Las bases sobre las cuales se está construyendo ese futuro generan más dudas que certezas. Se ha venido imponiendo una narrativa y un nuevo modelo en donde se concentra el poder y en donde muchas decisiones se van a tomar que para el tipo de instituciones en que se va a hacer no garantizan ni certidumbre ni un cambio que generará en ellas un impacto positivo.

Un elemento cuestionable son las formas en que han alcanzado sus objetivos. El Presidente podrá repetir una y otra vez que son distintos y que no negocian con nadie, pero lo cierto es que algunos personajes que han sido fundamentales para los objetivos de su proyecto han sido cuestionados y además de ello tienen un pasado contradictorio a lo que se suma el que se hayan autodefinido como adversarios radicales de la llamada 4T.

Difícilmente se sabrá si hubo algún tipo de negociación, porque seguramente nadie abrirá la puerta. Sin embargo, en el caso de los Yunes el pasado los condena. Están colocados entre la traición y palabras y reconocimientos generosos, los cuales pasan por una singular forma de agradecer en medio de contradicciones: la mismísima Presidenta electa ha dicho de manera desmesurada que la historia se los reconocerá.

Si bien todo se hizo bajo la interpretación de un marco legal establecido, lo cierto es que todo fue desaseado y quienes en otro tiempo jugaban el papel de críticos y escrupulosos sobre las formas hoy han caído en contradicción con sus propias palabras.

Estamos en tiempos en donde la narrativa del poder en todos sus órdenes, empezando evidentemente por el Presidente, es la verdad. No hay espacio para el debate y menos para la crítica y la autocrítica. Parece que entrar en estos terrenos se ha convertido en una especie de traición al Presidente que durante mucho tiempo seguirá siendo algo más que el fiel de la balanza.

Hay que entender que las cosas no van a cambiar. El proceso de lo que llaman cambio de régimen se va a afianzar. La oposición seguramente seguirá impugnando la reforma al Poder Judicial, pero en el terreno de los hechos sigue diluida y muy lejos de convertirse en una alternativa.

Morena y sus aliados han entendido muy bien cómo debe desarrollarse el camino de la consolidación sistemática. Mientras la oposición grita y lleva a cabo limitadas manifestaciones, la mayoría sigue trabajando en cada una de las comunidades a las cuales no deja por ningún motivo. Sabe que ahí está su fuerza y sabe además que ése es el terreno en donde mientras se encuentren bajo esta dinámica política difícilmente perderán espacios.

El poder y los votos han llevado al Presidente y su sucesora a tener la plena certeza de que tienen la razón. Su narrativa refleja la certeza que además en muchos casos tiene su razón de ser.

Es un enigma lo que se viene para el país y, sobre todo, el cómo enfrentará la futura Presidenta los muchos agujeros que ya se visualizan, particularmente en la economía. El diagnóstico que tenga Claudia Sheinbaum será clave para enfrentar la terca realidad que día con día se va sumando y acercando.

Por más poder que se tenga no tiene lógica menospreciar las reacciones que ya están entre nosotros sobre las consecuencias de la aprobación de la reforma al Poder Judicial. En los Congresos de los estados están apurando el “regalo” al Presidente sin el más mínimo debate o preguntas sobre su funcionamiento.

El país, hay que reiterarlo, ya es otro y no falta mucho para que nos demos cuenta de ello.

RESQUICIOS.

En medio de verdades a medias es incierto el futuro de las y los trabajadores del Poder Judicial. No es claro qué viene para ellos y, sobre todo, por la previsible aprobación. Quizá llegaron el clímax y al final el pasado martes en el Senado.