Distopías y dudas

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Por Juan José Llanes

Creo que a nadie le sorprende la aprobación de la reforma constitucional que se consolidó en el Senado y que no cambió la esencia de los deseos de quien la propuso. Tampoco creo que pueda sorprender la postura que adoptó el clan Yunes.

Todo régimen tiene un sistema de castigos y recompensas. Por ende, no creo que haya quien pueda suponer que los Yunes tuvieron una epifanía y se dieron cuenta de las bondades de una reforma como la que aprobaron. Me adhiero, en cambio, a la noción de que el voto del senador Yunes se trocó por una impunidad que, al menos en lo que va del sexenio, campeó y perfiló una justicia selectiva.

Este régimen se caracterizó por su tendencia a brindar absoluciones y condenas. Yo pensaba que el mayor beneficiario de las primeras era Manuel Bartlett que se irá de la CFE (y quizás de este plano existencial), sin explicarle a nadie que ocurrió en 1988, cuando estaba al frente de la otra CFE (Comisión Federal Electoral). Me equivoqué: serán los del clan Yunes, todos, quienes gocen de los beneficios de adherirse a quienes tienen el poder.

Un tembloroso Miguel papá se defendió a sí mismo, a su hijo, y a su clan, a partir de un discurso que trae muy elaborado: el de su honorabilidad, congruencia, moralidad, y un larguísimo etcétera de conductas que, a la luz de su narrativa (y solamente de su propia y personal narrativa), lo hacen irreprochable.

Pero tiene Yunes, al final, un punto: la reforma quizás poco cambie el panorama, y me explico:

Todos (particularmente los abogados), hemos sabido que la ruta para ser, por ejemplo, magistrado de un Tribunal Superior de Justicia o ministro de la Corte, es que suene el teléfono, al otro lado de la línea esté un gobernador o el presidente (o sus recaderos), y se le ordene al interlocutor que comparezca ante el mandamás para que le comunique que será propuesto ante el Poder Legislativo como magistrado o ministro, según sea el caso. Se procuraba -todavía hasta hace poco- que los agraciados tuvieran cierto perfil, cierta experiencia, cierto cartel de juristas y mucha docilidad (“institucionalidad”, le decían).

La idea de que había un Poder Judicial totalmente independiente era más bien un deseo, acariciado, y aún en fase de trabajosa construcción. El presidente y los gobernadores ponían, siempre, a “sus” ministros y magistrados que eran el hilo conductor de instrucciones a jueces y demás subordinados.

Lo que preocupa -con razón- es que aparezcan en el escenario de la impartición de justicia (pero ahora “electos” por el “pueblo”) personajes como Lenia Batres o Yasmín Esquivel, que de juristas tienen lo que Bartlett y Yunes de personas honorables. El punto es que, ya sea por la vía del dedazo o por la vía de la elección popular, esa categoría de seres llegará a la Suprema Corte o a los Tribunales Superiores de Justicia, si se le pega la gana a la presidenta o al gobernador(a), según corresponda.

Lo que preocupa, también, es que la presidenta o algún(a) gobernador(a) tengan la piel tan delgada que les lastime una sentencia adversa, tanto como le fastidiaba al presidente AMLO que le recomendaran leer la Constitución antes de sugerir que la Guardia Nacional fuese un cuerpo militar (por ejemplo), y que esa hipersensibilidad se traduzca en sentencias que se definan con el rasero de una muy subjetiva idea de lo que es “justo”, aunque no necesariamente legal. Y del control constitucional, ni hablemos (¿a quién se le ocurre pensar que el titular del Poder Ejecutivo debe ser sujeto de ese tipo de aberrantes limitaciones?)

Cuando Yunes intenta sacudirse las críticas que le acarrean su veleidoso carácter no puede olvidarse que habla un exgobernador que, en su momento, impuso a un “autónomo” fiscal-mozo (al que luego abandonó a su suerte), e intentó colonizar al Tribunal Superior de Justicia de Veracruz. Según esta lógica, el hijo votó para que ya nadie, nunca más, pueda hacer con la Justicia lo que hizo su papá.

Y en este país -que ya parece una distopía (nunca imaginé a Salgado Macedonio o a Adán Augusto de escoltas de Yunes)-, me surgen muchas dudas, y no necesariamente referidas al futuro de la nación:

¿Qué dicen los panistas a los que se les advirtió que Yunes no tiene más aliados que sus hijos ni más compromisos que con su familia y que, tarde o temprano, los iba a traicionar?

Particularmente, ¿qué dicen los panistas que, en su momento, le dieron a Yunes el trato de prócer que él exigía que le brindaran, y que el martes 10 de septiembre le gritaron “traidor”?

¿Qué dicen los morenistas que, este martes 10 de septiembre, aplaudieron sonoramente a quien le dijo “loco” al líder de su movimiento? ¿Lo absolvieron? ¿Es cierto lo que dice Yunes y que no hay carpetas de investigación en su contra? ¿Qué destino tendrán las denuncias que el propio Yunes interpuso en contra de morenistas?

Son dudas.