¿Cómo silenciar a los opositores?

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Por Ruby Soriano

En México parece inminente que inició una cruenta cacería de opositores y críticos al régimen de Andrés Manuel López Obrador.

El tema adquiere relevancia y preocupación, luego de ventilarse la investigación que la UIF (Unidad de Inteligencia Financiera) emprendió contra el periodista Carlos Loret de Mola, su esposa y la empresa Latinus, para la cual labora.

Sin duda esta es una mala señal para el final de un sexenio e inicio de otro que lanza un mensaje de censura a todo aquello que destape la probable corrupción del régimen o de los cercanos al mismo.

El periodista Carlos Loret es una caja de información letal para el actual régimen, pues el pecado de Carlos ha sido saber más de la cuenta y documentar de manera puntual los negocios que los hijos del presidente han hecho al amparo de la administración de su padre.

Una nube de mordaza y censura se cierne en un país donde la intolerancia a la crítica cae sobre todos aquellos que se atrevan a documentar lo que sucede en la élite obradorista.

El periodismo en México empieza a lanzar señales preocupantes, desde el momento en que la ley del garrote se aplica a través de la Unidad de Inteligencia Financiera, como una forma de amedrentar a quienes realicen investigaciones incómodas.

El gobierno del Presidente Andrés Manuel López Obrador concluye aplicando una ley mordaza en torno a quienes destaparon la presunta red de corrupción liderada por sus hijos y personajes vinculados a ellos.

A pesar que el mandatario se ufana de sostener que durante en su mandato no se ha censurado a nadie, a unos meses de concluir su mandato, el Estado Mexicano lanza toda la artillería contra el periodista Carlos Loret de Mola y Víctor Trujillo (Brozo), quienes no sólo destaparon presuntas redes de corrupción, sino también llevaron a la parodia, los excesos presidenciales y de su círculo cercano.

Un ambiente enrarecido inunda México en momentos donde la llamada libertad de expresión se siente amagada por las amenazas de un poder que, en una actuación amenazante, se lanza contra quienes son las cabezas visibles de un medio de comunicación incómodo para el actual régimen gubernamental.

El gobierno de López Obrador se quitó la careta para amedrentar a un periodismo que le resulta incómodo y poco ortodoxo para que la llamada continuidad siga fluyendo con todo y una prensa acomodaticia, donde los aún rebeldes terminen por entrarle al redil.

 

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