Por Carlos Tercero
Se ha cumplido el plazo de las campañas y estamos a escasos cuatro días de la jornada electoral que concentre la voluntad de millones de mexicanas y mexicanos en forma de mandato popular; que elija con su voto a la próxima presidenta de México; a ocho gobernadoras o en su caso gobernadores; un nuevo o nueva jefa de gobierno en la capital del país; así como más de veinte mil cargos de elección popular en posiciones legislativas y edilicias.
Lo que sigue, a partir de mañana, es el “Periodo de Reflexión”, previsto normativamente en la Ley de Instituciones y Procedimientos Electorales, a fin de que la ciudadanía cuente con un lapso de tranquilidad, de silencio político, sin presiones ni restricciones, que aplica a medios de comunicación, autoridades y redes sociales, establecido para que permita a cada elector, reflexionar el sentido de su sufragio y decidir por quién votar, a quién otorgar la confianza y mandato que corresponda en cada una de las boletas a depositar en las urnas de la casilla que proceda; al hacerlo, se cumple el objetivo fundamental de la democracia de controlar, de gobernar al poder.
La siguiente semana, tendremos –salvo circunstancia extraordinaria–, una presidenta electa que habrá de enfrentar el reto de consolidar lo que el preclaro Porfirio Muñoz-Ledo definió como una IV República Mexicana, heredera de las de 1824, 1857 y 1917. Tarea que el momento histórico nos demanda, pero que el destino ha diferido, al permitir que, ante las exigencias de la razón política, se impongan el tradicionalismo y la pequeñez, la ignorancia del derecho comparado y la incapacidad de la clase dirigente para imaginar una profunda reforma del Estado.
Sin restarle un ápice de respeto y valor a su investidura, la Presidenta deberá comprender que el Ejecutivo no es la Nación; que la distribución democrática del poder, por diseño constitucional dispone la división de Poderes; lo contrario, conlleva el debilitamiento del Estado, pues si bien su mandato proviene de la legítima pluralidad de la democracia, salvaguardar la República exige alentar el más incluyente consenso entre Poderes, soportado en controles constitucionales y un sólido Estado de Derecho.
“No hay plazo que no se cumpla, ni deuda que no se pague”; sentencia que nos aplica en este momento, con plazo al 2 de junio, el día de la jornada electoral, en el que llegará el momento de pagar y hacer pagar, de aportar al bono democrático o cobrar deudas a quienes han incumplido, teniendo muy presente que el ejercicio de la democracia electoral permite auditar, controlar y, en su caso, ratificar o revocar el poder, el mandato que emana del pueblo. En ello radica la importancia de decidir con el voto, no hacerlo confiere dicho poder a los demás, a alguien más, de decidir por nosotros.
Atendamos al llamado que nos compromete con México, con nuestros ancestros y al mismo tiempo con nuestros hijos y las futuras generaciones. Hoy que tanto se habla de la igualdad, participemos de ese momento en el que al votar somos tan iguales, pues el voto de cada ciudadana, de cada ciudadano mexicano, sin importar su sexo, religión, ideología, educación, o cualquier otra etiqueta que los convencionalismos sociales le puedan asignar, tiene un valor idéntico, tiene el mismo poder, el mismo peso e importancia, con la salvedad de que quien vota, es alguien; quien se abstiene, es algo; y solo, siendo alguien, se puede influir en las decisiones que nos afectan y competen a todos; es una de las más altas responsabilidades del pueblo de México consigo mismo. Abstenerse de votar o anular el voto, conlleva el disgusto consustancial, de depositar el destino propio en manos del azar, de resignarse a aceptar lo inaceptable, porque alguien más así lo dispone, con autorización de la indiferencia que se torna en castigo.
No hay un tema que confiera más el carácter de Tercero Interesado a las y los ciudadanos que el acto reclamado de la democracia, la definición de su gobierno y con ello, el destino de su país, estado o municipio; por tanto, tenemos la obligación moral, cívica y ciudadana de votar, por quien Usted decida, pero por favor vote.
Votar permite elegir, votar permite botar.
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