¿Traidores a la patria?

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Por Martín Quitano Martínez

 

Ellos cambian la fisonomía del discurso político.
Introducen elementos de animosidad emocional.
Buscan humillar a la gente que no está de acuerdo con el liderazgo populista
haciendo creer al pueblo que la oposición no es parte del juego democrático.
Nadia Urbinati

 

El presidente ha establecido un “diálogo circular” en el que su voz es la única que debe escucharse, la que dicta y debe reconocerse, la que se ofrece magnánima desde el pueblo que él encarna. Se trata de la circularidad de la víbora que se muerde la cola. Una circularidad que excluye cualquier otra voz, porque fuera de su palabra solo hay complot y críticas. Se construyó una circularidad para el espejo al que él pregunta y él mismo se responde; un soliloquio para “el pueblo” que claramente es él.

Escuchar al presidente es observar a una persona en permanente campaña, en lugar de a un gobernante en pleno ejercicio. Su discurso de todas las mañanas,  sostiene la construcción de un mundo de continuidad y cumplimiento de su proyecto en el que solo están contemplados los obedientes, los que no preguntan, los agradecidos. Sus actividades, su agenda facciosa, es muestra de su desapego por todos los temas del país. Solo sus intereses personales y proyectos tienen prioridad y presupuesto. Analizar sus actividades es conocer el breviario perturbador que muestra la intolerancia, el engaño y el cinismo, como una condición de vida política que le asegura dividendos, lealtades, clientelas para ganar elecciones.

Un presidente ajeno al conjunto nacional; un presidente que en realidad es un jefe de campaña que no gobierna para todos, por eso se reúne solo con los suyos, con los que se obsequien, los que se sumen a su verdad infalible, donde es notoria la incapacidad de mirar fuera de la burbuja de los incondicionales. Afuera están los malos, los enemigos, los traidores a la patria. Mejor marcar la diferencia y no acercarse.

En ese mismo el tenor se mueve la corcholata candidata presidencial, dejando claro que la próxima votación es un mero “trámite” para ser presidenta, despreciando los pensamientos y sentires sociales de la mayoría de los ciudadanos mexicanos. Negar la incertidumbre democrática la desnuda y subsume a la lógica del presidente, visualizándose como una calca, obediente y servil, entendiendo las razones para que su líder la eligiera como sucesora,

Los ofrecimientos de campaña de la señora Sheinbaum, se encuentran en el lugar común de la continuidad en las mañaneras, ofreciendo la construcción de un segundo piso sobre las ruinas de la destrucción realizada, ofrece la profundización de las mentiras y el cinismo como escudos contra la realidad que no soportan reconocer, terca realidad que todos los días enfrenta el discurso presidencial.

Solo falta mirar y escuchar a la corcholata para palpar la dureza, la falta de sororidad ante las mujeres violentadas, la falta de empatía con todo aquello que produzca algún cuestionamiento sobre sus promesas incumplidas. Es mirar el rostro de la ambiciosa fanática que ya se siente investida presidenta y se comporta con altanería.

Son preocupantes los alcances de pensar en el país desde la soberbia y la intolerancia de quienes desprecian el diálogo. Para quienes la democracia es la palabra de un solo hombre que no tolera la disidencia, la pluralidad y la posibilidad de pesos y contrapesos, de vida republicana con poderes autónomos, de diálogos democráticos que reconocen diferencias y construyen acuerdos.

Por eso los mensajes palaciegos polarizantes se recrudecen, asignando la calidad de traidores a la patria, a todos los ciudadanos mexicanos que no lo siguen ciegamente. Las intenciones autoritarias son evidentes y la continuidad morenista pretende imponer la impronta de un régimen autocrático que les permita dar rienda suelta a su antidemocrática forma de gobernar.

DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA

El 84.4 % del territorio veracruzano (179 municipios) tiene alguna condición de sequía, urge una amplia agenda ambiental. Es de vida o muerte.

 

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