Quebradero

Share

El Presidente sigue siendo la agenda

Por Javier Solórzano Zinser

López Obrador no ha dejado de ser la definición de la agenda y la agenda misma. La vida política del país ha girado en torno a él a lo largo de muchos años, marcadamente en su sexenio. Las conversaciones y la vida política del país lo han tenido como un eje fundamental que ha trascendido en nuestra cotidianidad.

Lo que se supuso que tendría variantes en las campañas políticas respecto a la eventual participación del Presidente no está pasando. López Obrador mantiene una vigencia y una definición de los asuntos a discutir que lo colocan siempre por delante, lo que le da a su candidata un muy buen espacio de maniobra para que siga en su campaña y no se meta a debatir ciertos asuntos, los cuales en la mayoría de los casos los presenta y define el Presidente; hasta ahora su candidata ha estado poco expuesta debido, entre otras razones, al papel del Presidente.

Lo que está pasando en las campañas es lo que de alguna manera se preveía, pero que ante lo cual estaba que no sucediera. López Obrador no se ha hecho a un lado y más bien se ha metido en las campañas creando un ruido que coloca a todos los actores observándolo, en muchos casos, para responderle, al tiempo que le mete particular presión a los órganos electorales a los cuales sistemáticamente increpa bajo el supuesto de que limitan la libertad de expresión.

El Presidente pasa por alto que nos rigen las leyes electorales que, paradójicamente, impulsó hace algunos años, sobre todo, después del proceso electoral del 2006.

No hay indicio alguno de que vayan a cambiar las cosas. La candidata del Presidente, en tanto, va siguiendo algunos de los planteamientos del mandatario, como sucedió ayer cuando hizo referencia a que siendo que la oposición no tiene cómo ganar está buscando hacerlo por otros medios, lo cual es una referencia directa a lo que dijo el Presidente respecto a que se está preparando un fraude desde el Poder Judicial lo que puede llevar a un golpe de Estado técnico.

El problema va a ser cada vez más delicado, porque no vemos en los órganos electorales una acción decidida para impedir la forma en que el Presidente se va expresando cotidianamente.

Como van las cosas, podríamos tener una gran cantidad de denuncias antes, durante y después de las elecciones, las cuales podrían, no lo descartemos, poner en riesgo el proceso. Se van sumando una gran cantidad de irregularidades que podrían llevar a los partidos políticos a impugnar la elección con todo lo que esto implica.

El Presidente, además, se la ha pasado recorriendo el país y así seguirá seguramente hasta el día de las elecciones, lo cual incrementará las impugnaciones de la oposición. Si bien López Obrador no está organizando actos públicos, sus declaraciones adquieren diferentes interpretaciones del orden político y legal, muchas de las cuales inevitablemente entran en el proceso electoral.

No deja de ser una incógnita la eventualidad de lo que pudiera pasar en caso de un resultado adverso para el partido del Presidente. Por más lejano que parezca, es un escenario que hay que tomar en cuenta, porque ante ello no pasemos por alto que el Presidente sigue siendo, quiérase o no, una especie de fiel de la balanza para todo lo que anda pasando en el país.

López Obrador no deja de estar en campaña, lo cual es su hábitat natural. Sin embargo, las condiciones son otras en función de una campaña en la que él no está directamente y porque hay un marco legal que define las condiciones en que los actores políticos deben actuar, lo que incluye al mandatario.

Lo que es un hecho es que su influencia y peso siguen siendo fundamentales para la ciudadanía, se esté de acuerdo con él o no.

RESQUICIOS.

No se sabe cuál será el rumbo que tomarán las reformas del Presidente. Tampoco queda claro qué está pasando en los foros para debatirlas y dónde se están llevando a cabo. No se ve cómo puedan ser aprobadas en este periodo, pero sí se ve que son un instrumento electoral y de gobierno.