Por Darío Fritz
En los últimos tramos de Golpe de gracia (editorial Salamandra), el policía que investiga a la mafia de Boston se pregunta sobre Mary Pat Fennessy. “¿De dónde ha sacado la fuerza para levantarse de la cama cada día?”. La respuesta sale como del filo de un cuchillo puesto a destazar la res. “De la ira. De la angustia. De la rabia”. La mujer ha perdido un hijo, por las drogas, y una hija, a manos de su amante, un hombre casado. La última novela trepidante de Dennise Lehane, da cuenta de los conflictos sociales de los Estados Unidos de la década de 1970 y de los territorios liberados a las mafias barriales, pero avasalla por su feminismo. Y no es a partir de los buenos modales de la protagonista, que los puede tener hasta que la fiereza de las circunstancias la alientan a tomar la justicia por sus manos, simplemente porque no hay quien lo haga. Es decir, las autoridades policiales y judiciales, más enzarzadas en contener la avalancha de protestas de la comunidad afroamericana.
El libro de Lehane pide cancha para abrevar sobre temas abordados en su mayoría por autoras mujeres, como la búsqueda desaforada de una hija a sabiendas de las respuestas violentas que la madre puede obtener si se inmiscuye entre criminales o de plantar cara ante mujeres que se niegan a romper el status quo de las cosas que se dan por hecho -la criminalidad en este caso- para sobrevivir en la comunidad. Y más siendo blanca esa madre a quien uno de los suyos, esos pendencieros que supuestamente la cuidan, acaban por traicionarla, escondiendo la verdad y chantajeándola.
La rudeza de Mary Pat, que no nace de la pérdida de los hijos —ha tenido que ganarse su lugar a codazos en la vida desde niña—, se ata a las emociones más femeninas. Junto al cuerpo de una víctima reflexiona: “es extraño cómo los peores de nosotros no parecen tan distintos de los mejores: son hijos de alguien, maridos de alguien, padres de alguien. Seres amados y capaces de amar: humanos”.
En Golpes de gracia no hay épica feminista. Mary Pat Fennessy no se lo plantea, sólo busca justicia, así como otras mujeres de la historia pretenden sobrevivir en esa sociedad de roles establecidos, incluso que el ejercicio del poder está en manos de los “malos”. Hay madres, amas de casa, amantes, trabajadoras, todas mujeres en desventaja, como dice la poetisa María Negroni.
Ahora que América Latina comienza a trastornarse hacia esos tiempos oscuros enarbolados por militares cinco décadas atrás y enardecidos por ultraderechistas en tiempos recientes — Bolsonaro, Bukele, Milei y los agazapados dispuestos a imitarlos —, de negación y ataque a la igualdad de género, prohibición del lenguaje inclusivo, denostación de las leyes de aborto y educación sexual con el fin de revertirlas, violencia y discriminación contra mujeres y niñas; la ira, angustia y rabia, de Mary Pat Fennessy, asoman ineludibles.
@DaríoFritz