Por Raúl Arias Lovillo
Mi voto en las elecciones del próximo 2 de junio no será para Morena. Esta decisión no es producto de un acto meramente emotivo, sino resultado de un juicio razonado. Invito a las lectoras y lectores a realizar también un acto de profunda reflexión sobre cuál será el destino de su voto. Está en juego el futuro del país que deseamos para nuestras familias y para nosotros mismos.
En primer lugar no puedo votar por la opción política que promete la continuidad de lo que hemos vivido en México en los últimos años y meses de gobierno morenista. No deseamos para nuestro país más violencia e inseguridad. Ha llegado la hora de dejar atrás la estrategia de “abrazos no balazos” porque solo ha provocado que la delincuencia organizada se apropie y controle importantes zonas del territorio nacional, con la capacidad de cobrar derecho de piso a diversos productores que tienen que integrar este pago en sus costos de operación. No se puede permitir más despilfarro de recursos públicos que se gastan en enormes cantidades en obras inútiles, mal planeadas y que funcionan con crecientes subsidios, cuyo resultado será tarde o temprano una enorme deuda pública. Tampoco el país puede soportar más resultados negativos en crecimiento económico (en cinco años es el crecimiento promedio más bajo en siete sexenios), o en educación y salud, verdaderos desastres nacionales. No deseamos la continuidad de todo esto.
En segundo lugar, no puedo otorgar mi voto a quien propone la centralización del poder, transformando radicalmente nuestra democracia como se deriva de las recientes reformas propuestas por el presidente AMLO. Algunas de estas reformas si bien es cierto que tienen una justificación social como elevar a rango constitucional los programas del bienestar, incrementar el salario mínimo o aumentar las pensiones de retiro, Morena no puede aprobarlas en el Congreso porque no tiene los votos suficientes, pero tampoco explica cómo podrían financiarse en una hipotética aprobación. En realidad se trata del activismo político del presidente por ganar votos para su candidata, pero de ninguna manera son propuestas realistas y con viabilidad de largo plazo. Esta parte de las reformas, pues, son únicamente propaganda política.
Por su parte, las reformas diseñadas para cambiar la forma como se integran las Cámaras de Diputados y Senadores, la elección directa de ministros, magistrados y jueces del poder judicial y la desaparición de los organismos autónomos de regulación del Estado, representan una clara intención de concentrar el poder en el presidente de la República.
Estas dos razones me parecen verdaderamente importantes para no votar por Morena. La oposición de nuestro país no debe temer a la discusión pública de estas reformas, por el contrario debe anteponer un proyecto distinto de país. Una nación que extirpe la violencia y la inseguridad; que aspire a crear las condiciones para que todas y todos mejoren con su trabajo sus condiciones de vida; que haya una adecuada vigilancia sobre el uso de los recursos públicos y una estricta rendición de cuentas; que exista salud y educación de calidad para toda la población; una nación cuyo gobierno se integre por mujeres y hombres de probadas capacidades y honestidad; en fin, una nación de libertades para todas y todos.