Quebradero

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Es compleja y va a estar peor

 

Por Javier Solórzano Zinser

El Presidente sabe qué significa lo que dice. Desde hace tiempo ha sido quien, por lo general, ha dictado la agenda-país.

Desde los tiempos en que era Jefe de Gobierno iba un paso adelante del entonces Presidente Vicente Fox. Recordemos los intentos del panista por frenar a López Obrador, incluyendo el tratar de meterlo a la cárcel.

Sabe lo que significa su palabra, porque además detrás de ella hay una resonancia entre millones de seguidores y porque es un comunicador único y es también lo que se conoce como animal político completo.

Tiene intuición y claridad para ir un paso delante o cómo cambiar el tema para que asuntos que le son adversos los logre hacer a un lado. La versión de esto en el presente sexenio podríamos resumirla en el “tengo otros datos”.

La relación que ha mantenido con la prensa se ha establecido en buena medida en los términos que quiere. Se veía venir desde hace tiempo algo así, pero desde la mañanera las cosas adquirieron una dimensión diferente. Lo que no puede decir es que se le cerraban los espacios o actualmente se los cierran, porque no tiene razón.

Muchos medios lo entrevistaban regularmente entre otras razones, porque es un actor político central de la vida del país, estando incluso por encima de quienes le antecedieron en la Presidencia, es invariablemente noticia.

También se debe, aunque a veces lo pone en tela de juicio, porque existía una voluntad y convicción periodística de escuchar a todos los actores de la sociedad como parte del ejercicio periodístico y más al tabasqueño por todo lo que representaba.

Es cierto que algunos medios trataron al menos de nulificarlo. A veces con campañas en su contra y, otras tantas, con entrevistas sesgadas o cerrándole los micrófonos. Lo que no se puede decir es que se le hayan cerrado todos los micrófonos en los medios, hay testimonios de ello.

Las críticas que regularmente hace el Presidente sobre un grupo de periodistas y medios de comunicación evidentemente van trascendiendo. Cada vez que el Presidente hace una referencia el efecto es exponencial. Su fuerza lleva a que las cosas se puedan magnificar o sean interpretadas de innumerables maneras por los personajes a los que se refiere y por las empresas en donde trabajan.

El Presidente tiene el indudable y legítimo derecho a emitir su opinión y a defenderse de juicios que se hagan sobre su Gobierno en los medios. López Obrador ha desarrollado una práctica inédita, saludable y hasta necesaria.

Las cosas adquieren otra dimensión cuando el Presidente señala o personaliza las críticas que le hacen sin que en el fondo revise el contenido y el sentido de lo que se publica o se dice. A lo largo del sexenio ha quedado en claro la poca disponibilidad para asumir la crítica y llevar a cabo procesos de autocrítica en la gobernabilidad.

El Presidente ha colocado a un amplio sector del periodismo como su adversario político por encima de los elementos institucionales de la sociedad como son los partidos políticos.

Todo esto se ha venido agudizando y va a en camino de radicalizarse. Se va a complicar aún más la relación medios-periodistas-Presidente. No hay resquicio alguno no tanto para el entendimiento, sino al menos para la civilidad. Lo que ha venido pasando estos días forma parte de un estado de las cosas que se va intensificando y que no tiene manera de tener variantes en el camino.

El Presidente sabe lo que significan sus palabras. Sabe lo que pueden trascender y la forma en que pueden ser interpretadas por las y los periodistas y los dueños de los medios de comunicación, no hay manera en medio de las polémicas de estos días de poner cara de sorpresa.

RESQUICIOS.

No había manera de que fuera tersa la comparecencia de la presidenta de la CNDH. No hay manera de olvidar el pasado ominoso de violencia. Lo que no tiene sentido es decir que con la comisión todo cambió. Se necesita una CNDH del “pueblo” no que sea casi una dependencia del gobierno 4T.