Por Ruby Soriano
El clásico diría que hoy en el país estamos viviendo tiempos de canallas y cómo no decirlo, cuando la libertad de expresión refleja sus peores momentos, en un país que, en menos de seis años, envejeció décadas.
Un régimen que violenta libertades, autonomías, transparencia y democracia, se convierte en lo que tanto cuestionó: En un gobierno con un disfraz autócrata.
Lo grave y decepcionante para el México actual, es que esta estampa copia aquel pasado de gobiernos priistas y panistas donde hay que decirlo, también se amordazó y censuró. Sin embargo, la resaca de la desilusión pega con mucho más empuje, cuando un gobierno que se coronó con millones de votos de mexicanos que creyeron en esa transformación, hoy atestiguan una gran simulación.
El ejercicio del periodismo en México refleja un contundente retroceso y un elevado riesgo para quienes cuestionan, señalan, investigan, evidencian y exhiben.
La tácita confesión que hace unas semanas hizo en una de sus mañaneras el Presidente Andrés Manuel López Obrador al reconocer haber solicitado a los dueños de Grupo Imagen (Olegario Vázquez Aldir) el despido del periodista Ciro Gómez Leyva, es sólo uno de los lapsus presidenciales donde se muestra la intención de un Estado para controlar contenidos, opiniones, columnas, investigaciones.
El presente periodístico en México está más que polarizado entre todos aquellos medios afines al poder en turno, que esquirolean y priorizan como máxima verdad, la versión que sale de Palacio Nacional o de sus fuentes alternas.
Del lado contrario están los periodistas que, con la crítica, opinión, investigación, cuestionan y enuncian los excesos de un gobierno morenista al que, desde hace años, se le cayó la careta de impoluto.
Resulta aterrador reconocer que estamos frente a un gobierno cuya figura presidencial minimiza la presunta red de corrupción que involucra a los 3 hijos del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Es indigno escuchar a un mandatario arremeter fundamentalmente contra las personas que ejercen el periodismo crítico que no es acomodaticio y ha evidenciado no sólo actos ilícitos cometidos por hombres cercanos a su primer círculo, sino también ha dejado al descubierto esa red de financiamiento electoral proveniente de organizaciones delictivas que tienen más que metidas las manos en Morena.
En el México de la 4T no se puede hablar del Presidente, de sus hijos, de su cónyuge.
El sable de la censura se cierne sobre los que hoy tienen el poder de la información y los datos, mismos que están develando la gran trama de una farsa que se gestó a la sazón de un pueblo bueno que confió en la llamada cuarta transformación y que hoy está prácticamente aniquilada y convertida en una tribu que anida la gran metamorfosis del viejo y rancio priismo.
Como en un acto de esquizofrenia de poder, el Presidente AMLO volverá a negar una y otra vez que inició el corte de cabezas periodísticas de aquellos que son incómodos para los tiempos que se avecinan con una elección de Estado.
Como en cualquier refriega de política y poder, el actual régimen seguirá descalificando y acorralando al periodismo que no se alinee, que sea crítico, que intente transitar en una pluralidad que hoy en México es francamente desafiante.
Y tal como lo dijo la periodista Azucena Uresti, quienes escribimos, opinamos, analizamos, informamos, tenemos que asumir riesgos y decisiones.
Hoy muchos queremos ver una desafiante posibilidad en el poder que le concedamos a la resistencia reflejada en el poder de la ciudadanía.
@rubysoriano @alquimiapoder