Cristina Pacheco, la excepcional historia que le tocó vivir

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Por Sandra Luz Tello Velázquez

Cristina Romo Hernández tomó el apellido Pacheco de su marido, el escritor José Emilio Pacheco.

Cristina Pacheco, mujer excepcional, periodista profesional y escritora con una aguda sensibilidad, siempre recordaremos que Aquí le tocó vivir para recorrer las calles de la Ciudad de México durante más de 40 años, en los que se mantuvieron las transmisiones de un programa que visibilizó y dio voz a miles de personas que podrían considerarse comunes, pero que son la sustancia, la esencia que le da vida a las grandes ciudades.

El programa Aquí nos tocó vivir, trasmitido por el Canal Once, fue reconocido por la UNESCO como parte de la Memoria del Mundo, ya que en pantalla presentaba las historias de vendedores, panaderos, cargadores, cajeras, mendigos, cantantes de café, taxistas, veladores, entre otros. Cristina Pacheco caminaba e interrogaba con gran empatía hasta el punto de conmover cuando lograba que las personas trabajadoras, tímidas se abrieran y contaran sus vivencias, sus luchas, que hablaran de las historias de otros, las que habían escuchado de sus padres, abuelas o vecinos, ella lograba que cualquiera se llenará de orgullo al reconocer la profundidad de una vida común.

Cristina dejaba hablar y apenas intervenía cuando lo consideraba necesario. Miraba con mucha atención y sobre todo escuchaba, escuchaba con todo el cuerpo, lo mismo a un vendedor ambulante que a un escritor de renombre como Carlos Fuentes. La gente la quería, porque ella se daba a la gente, sin servirse de ella. Les dio voz a muchos, permitió que se identificaran rostros, demostró su profunda empatía también en su programa Conversando con Cristina Pacheco.

Además de su enorme capacidad para entrevistar, Cristina Pacheco, contaba con un gran talento para escribir. Desde la fundación de La Jornada, hace más de 39 años, cada semana publicaba un cuento que aparecía en la contraportada del diario. Un cuento que narraba (como en sus entrevistas, crónicas y reportajes) la vida de gente común, destacando los pequeños dramas de lo cotidiano, situaciones de la vida enfrentada al nudo existencial, como las deudas que no se pueden pagar, el padre que se va “por cigarros” y no regresa más, la familia a la que sacan de su casa por los retrasos en la renta, es decir, temas muy mexicanos que se comparten con la vida en cualquier país.

Después del fallecimiento de José Emilio Pacheco, Cristina escribió una emotiva carta en lugar de su tradicional columna en el diario La Jornada, a través de la cual contó anécdotas cotidianas, expresó la cercanía y profundidad de su relación, describió situaciones como los apuros para alcanzar un tren, el detalle que significó un regalo y su reacción ante la ausencia de su marido.

Ahora, tras la partida de Cristina Pacheco, no hay un José Emilio que nos ilustre con los recuerdos de su intimidad, ni hay quien exprese las palabras de cariño que compartían en su vida diaria. Solo nos quedan las memorias de sus conmovedores relatos, su invencible pasión, los videos de las entrevistas realizadas y los agradecimientos de todos los que tuvimos la fortuna de encontrarnos con una mujer capaz de dar voz a las personas más humildes. Los que la conocimos no dejaremos de extrañarla nunca.