Frustración nacional 

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Por Raúl Arias Lovillo

Desde hace algún tiempo uno de los sentimientos generalizados a nivel nacional es la frustración. Este sentimiento, por supuesto, cambia en cada región y de acuerdo a nuestra diversidad social. Esto quiere decir que si bien la frustración es un sentimiento nacional, cada compatriota lo sufre de acuerdo a su propia experiencia de vida.

Veamos el caso del primer frustrado de la Nación, el presidente AMLO. Su movimiento de regeneración nacional intentaba ser la cuarta transformación social de nuestra historia, después de la Independencia, la Reforma y la Revolución. A escasos meses de concluir su mandato el presidente siente una profunda frustración al no haber posicionado su movimiento en la historia como la cuarta transformación social. Y crece esa frustración al saber que los mexicanos ya no se tragan los cuentos de “primero los pobres” o el de “no robar, no mentir, no traicionar”. La pobreza ni siquiera se redujo porque distribuir dinero nunca es el camino para enfrentar la histórica desigualdad social; el presidente tiene que hacer malabares para ocultar los actos de corrupción y robo de familiares y colaboradores cercanos y, en el colmo de males para el líder de Morena, ha tenido que hacer de la mentira una forma de gobernar para enfrentar las críticas a su gobierno. Y la frustración crece a niveles insospechados en el inquilino de palacio nacional cuando, a estas alturas de avance de su gobierno, sabe que nunca pasará a la historia como el mejor presidente, como era inicialmente su sueño.

La frustración de millones y millones de compatriotas tiene otros orígenes. El primero, sin duda, es la desesperación de ver que no se termina con la etapa más violenta y sangrienta de la historia moderna de México. Cerca de 180 mil muertos en el sexenio y más de 110 mil personas desaparecidas evidencian el fracaso absoluto de la estrategia de “abrazos, no balazos”. Pero también crece nuestra frustración al ver como los cárteles del crimen organizado se apropian de una buena parte del territorio mexicano y van ganando terreno como empleadores del país al amparo del gobierno. La frustración nacional aumenta ante la creciente militarización que vivimos y su total impunidad. Dos hechos recientes lo confirman: el escandaloso sobre costo de las tres obras emblemáticas del gobierno (Dos Bocas, AIFA y Tren Maya) que asciende a un poco más de 468 mil millones de pesos (mucho más que todo el presupuesto dedicado a la educación del país) y la creación de un nuevo fideicomiso de 171 mil millones de pesos que gestionarán también los militares. Millones y millones entregados a los militares que fortalecen y confirman que son un poder más, pero sin ningún control y sin estar obligados a la transparencia y a la rendición de cuentas como los otros poderes. Mientras tanto la desaparición de fideicomisos de apoyo a la investigación científica, los recortes a la educación superior, el criminal abandono del sistema de salud, el desprecio de las demandas de las mujeres y madres buscadoras, la continua violación de leyes y decretos constitucionales, todo ello viene contribuyendo al incremento de la frustración nacional.

Una de las frustraciones más sentidas en las últimas semanas ha sido la de los habitantes de Acapulco y otros poblados de la costa de Guerrero ante el desastre provocado por el huracán Otis. Aún no les cabe en la razón a los miles y miles de damnificados como AMLO, el gobierno federal y el gobierno estatal los abandonaron a su suerte. Primero, como sabemos, el gobierno actual desapareció el Fonden (El Fondo de Desastres Naturales) y por tanto los guerrerenses no tuvieron la ayuda inmediata que requiere un desastre natural con la dimensión de destrucción alcanzada por Otis. Posteriormente las ayudas gubernamentales fueron realmente escasas, la labores de rehabilitación han sido muy lentas por las evidentes inexperiencias de los gobiernos y, por último, los planes de reconstrucción adolecen de una falta de planeación, presupuesto suficiente y visión estratégica. Y por si fuera poco, AMLO propone a la gente la autorreconstrucción de sus viviendas (destruidas en un ochenta por ciento) otorgando ocho mil pesos a cada familia, no es broma. Mientras tanto, Acapulco y la costa de Guerrero siguen siendo zona de desastre. En estas condiciones es muy fácil comprender que exista una enorme frustración social ante esta cadena de desatenciones y desatinos del gobierno ante la emergencia provocada por Otis.

Urge dejar las frustraciones que han invadido nuestra vida social en los últimos años. Debemos liberarnos de tanto desánimo y desesperanza. El único frustrado para siempre es y será el primer frustrado de la Nación, cuyos sueños de grandeza y autocracia han salido muy caros a nuestro país. A todos nos corresponde cambiar el futuro, dejar de ser el país que somos de la frustración nacional.