Por Martín Quitano Martínez
La pasión es una obsesión positiva. La obsesión es una pasión negativa.
Paul Carvel
Atormentado por su obsesión de mantener el poder a toda costa, de “continuar su legado”, es que la atención del “trasformador” gira muy lejana de las mundanas responsabilidades que demanda su investidura como Jefe de Estado. Suceda lo que suceda en el país, este gobernante obnubilado dedica sus esfuerzos cotidianos a las declaraciones, acciones y temas que apoyen su obcecación, que faciliten lo único que le importa. Todo lo demás puede aplazarse o ser eliminado de su agenda.
Después de imponerse en la CDMX y despreciar al candidato de la candidata, con una sonrisa socarrona le sube la apuesta electoral. Ella ganará con 31 millones de votos, no los 30 que obtuvo él, presume el garante fatuo. Son los temas que le ocupan y le preocupan. Con su actitud soberbia, pasa de largo de los dolores de una patria lastimada. Su pensamiento no se enfoca en atender los problemas, sino en cómo rodearlos para asegurar que éstos no lastimen su proyecto. ¿Acaso hay algo más importante?
Su falta de empatía es cada vez más palpable, su mal humor también. Todo lo que le pueda afectar la conquista del 2024 debe soslayarse, minimizarse, enfrentarse, agredirse como y con lo que su real palabra establezca. Inamovible en sus creencias camina ufano y distante. Para sentirse así tiene los datos que lo reconocen en su majestuosa magnitud de popularidad. No hay huracán que lo mueva, no hay dolor que lo conmueva, los quehaceres que se realizan están bien y pobres aquellos que lo pongan en duda.
Este ha sido el sexenio de la campaña. Un presidente sumergido desde siempre en su campaña permanente, al que poco o nada le importa gobernar, acudir a resolver, atender reclamos, dar soluciones. Para eso tiene sus mañaneras, para que lo vean hablar de lo que él quiere, ensalzar su ego y dibujar el país “real” que él dice que existe, en lugar de tener que, por ejemplo, llamar a la urgente unidad nacional ante la tragedia de Acapulco.
Y es que no le gusta “poner en riesgo la investidura” que él y solo él porta solemne e inmaculadamente, dejando que se le acerquen adversarios o ciudadanos que reclaman atención. Mejor mirar sus trascendentales megaproyectos que atender el país que se le deshace frente a los ojos de todos.
El 2024 es lo que realmente le acelera el pulso y no con nostalgia, como el año de su partida, sino como el posible obstáculo a su trasformación. Debe asegurarse que no hay ni habrá quien lo detenga ni afuera ni dentro de su partido. Que parezca que se va, pero que quede claro que no. Que aquí yo el y solo el sigue mandando.
Hace una mascarada en la entrega del bastón de mando y sin disimulo lo rompe a los pocos días. Su receptora fue arrollada y evidenciada en su dimensión ya conocida, es apenas la marioneta fabricada por el maximato. Se le ha otorgado la altísima oportunidad de obedecer al que manda ahora y quiere seguir mandando cuando ya no esté en la silla presidencial, en una vergonzosa versión Callista remaxterizada.
Mientras los huracanes nos golpean atrozmente por falta de prevención y los ejercicios públicos se dedican a las prioridades del presidente, las tragedias nacionales que son desdeñados se acentúan, la vida en nuestro país se vuelve más compleja cada día, las salidas parecieran cerrarse. Estemos alertas ante nuestras oportunidades de elegir, reconsiderando los actuares de tirios y troyanos.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
Dar a conocer las cifras de muertos en Acapulco y desaparecidos en el país, es visto como parte de un complot contra el gobierno, porque la víctima, dece, es él.
X: @mquim1962