Presidencia imperial

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Por Uriel Flores Aguayo

Del presidencialismo cuasi imperial y el partido de estado pasamos a la transición democrática en México. Fue una etapa política de alternancias, pluralismo, elecciones libres e instituciones autónomas. Resultó buena etapa en lo general, que se distorsionó por liderazgos sin visión democrática plena: Fox y Calderón, y el saqueó de Peña y sus gobernadores, la “nueva” generación política que terminó en las cárceles.

Del abuso ilimitado y los privilegios de las élites viene la presidencia de AMLO, más su peregrinar y astucia. Él trajo de vuelta la presidencia imperial. Sin ideología ni compromiso democrático. Pudo ser un gran estadista, pero no está en su naturaleza. Ahora va por una especie de maximato, mandar sin cargo, o, al menos, un liderazgo moral.

Su Presidencia se ha tornado en jefatura de campaña. Concentró el poder, lastimó a los otros poderes, casi anuló organismos autónomos y mantiene una campaña sucia contra la prensa independiente y la inteligencia nacional. Llevándolo al frente pretenden aplastar a la oposición y brincarse las elecciones libres. Andan en una elección de Estado. Sus abusos y derroches los pintan en su estatura real: políticos autoritarios. Si alguna vez lo tuvieron ya extraviaron su proyecto político regenerador. Son más de lo mismo. Con más ignorancia y perversidad.

De algo parecido a la izquierda, ni hablar. No saben que es eso o se les olvidó convenientemente. El pensamiento de morena no acude a teorías, libros o ejercicio intelectual. Son básicos. Se nutre de la propaganda gubernamental. Pero sobre todo de las ideas y ocurrencias de AMLO. El Presidente no viene de la izquierda histórica, la antecesora del PRD. Su cercanía y apoyo a las dictaduras cubana, nicaragüense y venezolana tiene que ver con su postura ante EEUU, nada con ideologías. Todo ahí es fachada y simulación. La supuesta inspiración que le despierta Salvador Allende no tiene un antecedente serio; no hay registro de alguna expresión en el año 73, golpe de Estado, o después, de condena y solidaridad. Ahora es una postura fingida.

En general es el intento de crearse o inventarse una identidad. Es más fácil que esperar credibilidad a ocurrencias como la del humanismo mexicano. Llegado al poder después de una larga travesía lo que busca, ahora, es perpetuarse como factor de influencia: mantener el control político de México para su grupo. Quiere avasallar. Pretende ganar la Presidencia y la mayoría calificada en el Congreso. Si lo logra, se apodera de la Corte y maniata al INE. Tendríamos una especie de dictadura perfecta. Perderíamos libertades, desarrollo y democracia. Tal vez no volveríamos a tener elecciones libres. Es grave y peligrosa la apuesta de Morena y AMLO. Para lograrlo violan las leyes y derrochan muchísimo dinero. Meten miedo, promueven el conformismo y la auto profecía cumplida. Quieren pasar por encima de la ciudadanía.

Es curioso que a sus dirigentes y candidatos los nombran con encuestas. Pero a los ministros los quieren elegir en elección popular. Con ese mecanismo le estarían dando a Morena la elección de la Suprema Corte de Justicia. Con demagogia y deshonestidad están en guerra sucia contra la Corte. Quieren que sea un tema de la campaña electoral.

No hay medias tintas. Estamos por la democracia o nos encaminamos al abismo, guiados por esos bárbaros. Su caudillo no nos representa a todos los mexicanos.

Recadito: al menos que renuncien a sus cargos las corcholatas locales.