Quebradero

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Claudia es Claudia

Por Javier Solórzano Zinser

 

 Más allá de lo simbólico que sea o se le quiera dar a la entrega del bastón de mando por parte del Presidente a Claudia Sheinbaum, lo que López Obrador está haciendo es heredarle su proyecto político.

Los otros aspirantes podrían caminar en los terrenos de la meritología, pero la única que podría para el tabasqueño continuar su proyecto como quiere es Claudia.

A pesar de que el tabasqueño siga dirigiendo el tránsito de la mañanera, es evidente que Sheinbaum tendrá que empezar a mover sus piezas y llevar a cabo una estrategia que sin romper pueda darle capacidad de maniobra. Es obligado que en algún momento lo haga, porque eso le va a permitir tomar distancia para llevar a cabo un proceso de gobernabilidad, en caso de que gane las elecciones, va a dirigir el tránsito.

Dentro de los inéditos, no queda claro más allá de lo que diga el Presidente. Lo peor que podría pasar y pasarle es que pretendiera seguir metiendo las manos, porque si a alguien terminaría perjudicándole es a Claudia.

En varias ocasiones la candidata ha expresado que no tiene interés en romper con el Presidente. En algún sentido ha padecido la violencia política de género cuando la han colocado como una extensión de López Obrador haciendo a un lado sus méritos.

En buena medida esto ha sucedido más por el Presidente que por Claudia Sheinbaum. Es él quien se ha encargado sistemáticamente de elogiarla y levantarle la mano, lo cual lleva a que en el imaginario colectivo se le vea a imagen y semejanza del Presidente.

No son casuales las interpretaciones, pero debe quedar claro que Claudia tarde que temprano se tendrá que ir por la libre. Sabe que el proyecto original tiene que transformarse y no nos parece que vaya por la vía de la confrontación como acto de gobierno.

Hasta ahora se le ha visto y se le ha querido ver así; sin embargo, no tiene sentido desconocer sus virtudes y la forma en que fue paso a paso extendiendo sus redes.

Si bien se sabía que era la corcholata favorita, a pesar de todo lo que digan en Morena y el propio Presidente, se supo mover primero cercana al Presidente para de manera colateral ir sumando simpatías y consensos políticos entre los gobernadores y legisladores de Morena.

En función de lo que ha vivido en los últimos años se la pasó entre imaginando la Presidencia con enorme prudencia y discreción y ser Jefa de Gobierno. En la capital dejó pendientes. El más significativo fue el colapso de la Línea 12 del Metro, lo cual derivó en un conjunto de contradicciones profundamente delicadas por lo que pasó en el Metro y por la confusa delimitación de responsabilidades. Quien era directora del Metro no ofreció una explicación clara y más bien le escondieron y la arroparon. Se pasaron cubriéndola y al final acabaron premiándola en esa cada vez más cuestionable institución que es el Conacyt.

Seguramente el asunto va a estar presente en la campaña. Todas las promesas que se hicieron respecto a la rapidez con la que iba estar echada a andar la Línea 12 se quedaron en el papel. Las responsabilidades pasan por los gobiernos anteriores y el de Claudia, aunque pareciera que sólo Marcelo Ebrard está en el centro.

No tiene sentido soslayar las muchas virtudes que tiene la exjefa de Gobierno. Su cercanía con el Presidente parte de una identidad ideológica y quizá en algunas áreas sea más radical que el propio tabasqueño. Es una mujer preparada que ha estado en primera fila de la política al menos durante los últimos 12 años.

Sabe de qué se trata la política, la lealtad, la gobernabilidad y la defensa de un proyecto, no anden menospreciándola.

RESQUICIOS.

La política exterior mexicana tuvo uno de sus más brillantes y trascendentes momentos ante el golpe de Estado a Salvador Allende hace 50 años. Lo que hizo el expresidente Echeverría y muy en particular el embajador Gonzalo Martínez Corbalá, unió para siempre a México y Chile en la dignidad, solidaridad y el cariño que define la relación bilateral.