Los “privados de la libertad”
Por Javier Solórzano Zinser
San Salvador.- De alguna manera este país se está convirtiendo en algo así como un laboratorio.
Se han tomado medidas realmente drásticas para enfrentar la inseguridad en todos los niveles. Desde fuera todo puede ser con razón cuestionado, pero al interior se ha suscitado un sorpresivo consenso que ha llevado a que Bukele alcance niveles de popularidad únicos y no sólo eso, se haya planteado a través de una interpretación de la Constitución la reelección, a pesar de que en más de una ocasión se manifestó tajantemente en contra.
El problema de la inseguridad ha sido para El Salvador sinónimo de muerte, descomposición social y migración forzada. Las medidas que se han adoptado han pasado en muchos casos por el hecho de que bajo cualquier pretexto se detenga a personas y se les meta brutalmente a la cárcel, pasando por encima de los derechos humanos.
Se está ante una gran paradoja, porque desde donde se vea muchos de los mecanismos utilizados llegan a violar el marco legal, pero se han convertido en una solución en la vida de millones de salvadoreños.
No es fácil de entender, porque estamos ante un régimen que bajo la democracia ha desarrollado sus estrategias, lo cual en un primer momento fue cuestionado, pero ahora se ha convertido en una pieza toral de la gobernabilidad y popularidad del presidente Bukele.
No es el único presidente que ve así las cosas. En conversaciones con dirigentes deportivos de varios países, en el marco de la celebración de los Juegos Centroamericanos y del Caribe, encontramos reacciones de abierta simpatía con lo que está pasando en El Salvador.
Quizá desde México podamos tener justificadas reticencias con lo que está pasando, pero en muchos países se le está viendo riesgosamente con enorme simpatía esta estrategia. Lo cierto y rudo es que en el fondo se está resolviendo un serio problema de convivencia, seguridad y cohesión de las familias.
Dirigentes de naciones como Haití, Jamaica, Honduras y Guatemala, entre otros, nos expresaron la importancia que tendría que en sus países se pudiera salir con la tranquilidad a la calle con la que se vive en este país. Es una gran paradoja, porque estamos entrando en un terreno en donde las sociedades a través de la democracia pudieran estar dirigiéndose a regímenes en donde prevalezca la fuerza, se limite la crítica y en donde las cárceles sean utilizadas para los objetivos de la gobernabilidad a imagen y semejanza de quien está en el poder.
En El Salvador todo se está sometiendo a la lucha contra la inseguridad. Bukele ha hecho una lectura precisa de los ánimos salvadoreños y ha tomado decisiones de alto riesgo ante las cuales quizá por ahora no alcancemos apreciar en sus secuelas para la democracia, para el papel de las Fuerzas Armadas, incluso para los propios ciudadanos.
En El Salvador existe una inocultable simpatía por Bukele. Las encuestas lo colocan con una popularidad que en algunos casos llega a alcanzar 90%. Los salvadoreños no se preguntan por muchas cosas, más bien encuentran que su vida cotidiana ha ido cambiando favorablemente.
Hemos visto cómo las bandas y los delincuentes son apilados en las cárceles, método que ha empezado a utilizar la presidenta de Honduras. Las estrategias empiezan a extenderse, porque las sociedades están dispuestas a lo que sea con tal de que les ofrezcan seguridad cotidiana.
Bukele gobierna con un apoyo popular insospechado. Las cosas han llegado a tal grado que ante la inminencia de los juegos y sin tener todo listo para la inauguración, el presidente optó por sacar de la cárcel a quienes se conocen como “privados de la libertad”, quienes se sumaron a la construcción de las obras de manera “solidaria” como nos lo expresaron algunos de los reos con quienes conversamos.
RESQUICIOS.
Habría que abrir los ojos hacia El Salvador y Centroamérica. Aquí estamos, nos ven, y en más de alguna ocasión nos buscan, o para decirlo de mejor manera nos buscamos.