Los ánimos
Por Javier Solórzano Zinser
Los ánimos bravos no se atemperan ni se atemperarán. Si bien el Presidente se encarga cotidianamente de lanzar todo tipo de críticas y diatribas es también cierto que la oposición se encarga de hacerse ver y valer, en muchas ocasiones de la misma manera en que lo hace López Obrador.
Si a alguien le compete buscar una convivencia que permita entendimientos básicos es al propio Presidente. Sin embargo, se ha encargado de colocar a la sociedad confrontada con todo y lo que repercute en ánimos sociales, los cuales son elemento clave para la civilidad y gobernabilidad.
Lo que al paso del tiempo podría ser uno de los grandes pendientes de este sexenio es que los gobernantes se dedicaron a confrontar y a gobernar solamente a una parte de la población.
Una cosa son las prioridades que un gobierno debe tener en función de las adversidades en que vive buena parte de la sociedad. Si bien éste es el primer deber, también es necesario considerar que existen otros sectores que ameritan atención y muy particularmente un trato respetuoso.
El denso ambiente en que andamos va vislumbrando que los escenarios por venir nos encontremos definidos por la confrontación. Habrá que ir contemplando la forma en que se desarrollarán las elecciones del año próximo, porque no solamente estaremos en la confrontación sino también viviendo bajo el hilo muy delgado entre la legalidad y la no legalidad electoral.
Estos días el TEPJF y el INE han estado señalando irregularidades, las cuales están enfrentando la posibilidad o no de ser acatados. Esto es sólo el inicio, porque es evidente que la elección del año que entra, la más grande de la historia del país, nos va a colocar en diferentes escenarios por lo mucho que se juega y por las posibilidades reales de que en algunos casos el partido mayoritario pueda ser derrotado.
El Presidente como eje no va a bajar la guardia por ningún motivo, más bien está visto que está pasando a la ofensiva y no deja que pase de largo absolutamente nada. López Obrador nunca deja de estar en campaña, pero ahora muy probablemente intensifique sus acciones y planteamientos en función de la defensa de su proyecto de gobierno que busca a como dé lugar que sea transexenal.
La exposición diaria del Presidente por las mañaneras lo coloca bajo diferentes ánimos cotidianos en los que cada vez hay más evidencias de sus molestias y sus enojos públicos. Quizá durante algún tiempo no se notaron, pero las últimas semanas están a la vista de todos no solamente es un discurso son también sus actitudes.
López Obrador vive expuesto, pero sabe bien que de alguna manera conserva el control de las cosas. Su narrativa está asentada y además tiene el control en buena medida del país, aunque a veces la Corte le ponga frenos a sus intentos reformatorios; tiene el poder y controla la agenda.
Los estados de ánimo presidenciales van siendo cada vez más definitorios de sus actitudes, reacciones y respuestas. No necesariamente el que responda a todo lo que se le plantea, sea a modo o no, quiere decir que tiene razón. En muchas ocasiones da evasivas o sale con el muy llevado y traído “tengo otros datos”. Las preguntas bravas las remite al “me están atacando”.
Los ánimos bravos no sólo pasan por el Presidente. Sin generalizar, en muchos espacios en el país existe un encono ya sea por la forma en que se critica al mandatario o por la forma en que éste y sus furibundos seguidores se expresan sobre aquellos que ven las cosas diferentes.
Lo que es un hecho es que los ánimos nos están determinando más que las razones y el debate.
RESQUICIOS.
Los simpatizantes del gobierno que desde hace varias semanas se colocaron en plantón en las puertas de la Corte dijeron que sólo estarían cuatro días en el lugar. Estaba visto que no iba a ser así, parece ser que quienes los acabaron quitando fueron los manifestantes que ayer recorrieron algunas calles de la ciudad. Es evidente que estos incidentes serán parte de nuestra cotidianidad.