Por Raúl Arias Lovillo
El fin de semana próximo pasado fuimos testigos de una jornada que se destacó por la violación flagrante de nuestra Constitución, los Senadores del partido Morena aprobaron 20 reformas en un tiempo récord de cinco horas. La sesión legislativa se caracterizó por todo tipo de anomalías: sesionaron a puerta cerrada sin la presencia de la oposición en un espacio alterno al oficial, iniciaron sin quorum, dispensando trámites, sin sistema de pase de lista y de votación, más un cúmulo de violaciones diversas al proceso legislativo. Muy probable que se tenga que convocar de inmediato a un período extraordinario de sesiones para restablecer el diálogo en todo el Senado que permita dar cauce a los fundamentos de los cambios de todas las iniciativas. Entre las reformas impulsadas hay algunas que son cruciales para el futuro del país y que ya analizaremos en otro momento. Por ahora vamos a concentrarnos en la nueva Ley general en materia de humanidades, ciencias, tecnologías e innovación.
De entrada destaquemos que una ley de ciencia y tecnología sirve a un país para normar todas las acciones en la materia, determinando actores sociales participantes, estructura organizativa, prioridades, presupuesto y formación de recursos humanos, entre otras acciones. Una ley de esta naturaleza se ha vuelto particularmente crucial en los últimos años desde que habitamos en un mundo determinado por la información y el conocimiento.
Esta nueva etapa de la humanidad, denominada sociedad del conocimiento, tuvo sus primeros avances con la computación, el internet y la telefonía celular. Hoy tenemos nuevos avances en inteligencia artificial, es decir computadoras avanzadas y robots que son capaces de aprender a mejorar su trabajo e incluso tomar decisiones a través de un algoritmo, que hoy propician sorprendentes inventos que nunca hubiésemos creído posibles.
El gran salto tecnológico se logra recientemente cuando se aprovecha el uso de macro datos (big data) con técnicas de aprendizaje profundo: por primera vez en la historia nuestras habilidades cognitivas están siendo superadas por máquinas y robots “inteligentes”. Se trata, pues, de una revolución en la génesis del mismo conocimiento.
En este contexto, se entiende que la mayoría de los países del orbe orienten sus acciones a establecer las condiciones para asumir un papel protagónico en esta nueva era civilizadora. Sus normativas en ciencia y tecnología diseñan acciones para elevar la competitividad de las empresas, mejorar servicios públicos, elevar la eficiencia del gobierno, así como desarrollar la formación y capacitación de recursos humanos. Se trata de una puesta para generar más y mejores empleos, elevar la rentabilidad de las empresas y, en general, mejorar los ingresos del país. Este es, por cierto, el camino más importante en el mundo actual para mejorar los niveles de vida de la población.
La nueva iniciativa de ley de ciencia y tecnología de nuestro país está muy lejos de considerar este contexto en el que se desarrolla la actual sociedad de conocimiento. Por el contrario, se trata de una ley autoritaria y con una visión retrógrada sobre nuestro desarrollo, lo que evidencia el profundo desprecio del gobierno actual por la ciencia. Las más importantes instituciones mexicanas de investigación quedan fuera de la toma de decisiones en el consejo directivo, las decisiones sobre investigación y sus presupuestos en adelante serán exclusivamente de los representantes de todas las secretarías, incluyendo a Defensa y Marina, la burocracia por encima de la academia. Se trata de una ley llena de prejuicios y postulados ideológicos opuestos al conocimiento.
Hay muchos más problemas que serán abordados en otro artículo.