Quebradero

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El PRI, una crisis sin final

 

 

Por Javier Solórzano Zinser

 

 Pase lo que pase en el Edomex y Coahuila el PRI no dejará de estar contra las cuerdas. Está pagando el que se haya ido convirtiendo en un chiquipartido de peso mosca en medio de una ausencia de autocrítica.

En el PRI les da por seguirse viendo como un partido con una capacidad de maniobra mayúscula que lo llevó en otro tiempo a ser incluso una agencia de empleos.

El problema para el PRI es que no se vislumbra por ningún lado que vaya a ser una alternativa ciudadana, ya no hay manera. No se le ve fundamento ideológico que pueda ser una alternativa a la gobernabilidad bajo la cual venimos viviendo.

El tricolor en las últimas elecciones se vio particularmente beneficiado por los confusos oficios del PAN. En los tiempos de Salinas se dio un maridaje que al paso del tiempo si alguien le vino a perjudicar fue a los panistas. Igual pasó con Zedillo y de manera similar se dieron alianzas con Fox, Calderón y con Peña Nieto. Con éste último, recordemos, se entregó el PAN acríticamente con el proyecto del Pacto por México.

La historia de los últimos años coloca al PAN como un partido que le ha ayudado al PRI a gobernar e incluso a sobrevivir en momentos particularmente delicados para el tricolor.

En función de lo que significa cada uno de estos dos partidos por más que el PAN ande en los caminos de una organización en medio de la confusión y todavía sacudida por sus muchos problemas internos, es un partido cuestionado, pero es un partido que le significa a la sociedad algo distinto de lo que le significa el tricolor.

La crisis del PRI está por agudizarse aún más, debido a que su actual presidente tiene que dejar el cargo en el segundo semestre de este año, a pesar de sus intentos de quedarse. Todo apunta a que colocará a alguien cercano, lo cual lo único que provocará es que quienes desde hace tiempo han venido criticándolo intensifiquen su distancia con el PRI, sin descartar que en cualquier momento abandonen el otrora llamado partidazo.

En el PRI nunca se percataron de que con Peña Nieto regresaron a la Presidencia más por los defectos y desgastes panistas y porque López Obrador no logró una plena identificación con el grueso de los ciudadanos, aunque siga lanzando culpas por el resultado de la elección, que por méritos propios.

El PAN con tal de que no llegara el tabasqueño a la Presidencia fue capaz de cualquier cosa, al paso del tiempo quedó claro que sus decisiones les costaron muy caras, porque así como el PRI se fue diluyendo en su singular victoria, el PAN quedó ante los ojos de la opinión pública como una organización menor a pesar, insistimos, de que a lo largo de su historia ha sido un partido con estructura y con un sentido definido.

Ni el PAN ni el PRI han entendido el sentido de la ciudadanización de la democracia, en tanto que el PRD va  sobreviviendo como puede y por la ayuda que le significan las alianzas. Queda la impresión de que en cualquier momento Va por México va a enfrentar una crisis que tiene que ver con un tema de identidad y con el papel de quienes la componen.

Morena está en una situación favorable por la abrumadora popularidad del Presidente; sin embargo, tarde que temprano va a enfrentar este proceso, porque si algo ya va quedando claro es que los partidos como los hemos conocido cada vez tienen menos que ver con los ciudadanos. Es un enigma el futuro del partido del Presidente cuando ya no está el Presidente.

El PRI vive desde hace tiempo en crisis. El problema está en si en el camino no se acaba llevando entre las piernas a aquellos con los que anda construyendo alianzas.

RESQUICIOS.

“No se trató de un enfrentamiento con los jóvenes… fueron ejecutados”, así definió Alejandro Encinas lo sucedido en Nuevo Laredo donde cinco jóvenes perseguidos por un convoy militar fueron asesinados en febrero. Los hechos obligan a una investigación profunda y a un cuestionamiento severo sobre la política de seguridad del gobierno.