Quebradero

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Nicaragua rota de nuevo

 

 

 Por Javier Solórzano Zinser

 

 Daniel Ortega en sus afanes de eternizarse en el poder rompió de nuevo a Nicaragua. El país está sumido en una crisis por el uso de la democracia en donde se usan las elecciones para conservar el poder.

Lo que está pasando en Nicaragua no es un hecho excepcional. Algunos gobiernos utilizan a la democracia para hacer elecciones a modo y para desde el poder decidir cómo deben de ser los procesos, quiénes deben de participar y quién debe ganar.

Lo que está pasando es uno de los motivos por los cuales se cuestiona a la democracia. Una cosa es que se use a la democracia de manera abyecta y otra muy distinta que la democracia sea la responsable de lo que pasa.

Empiezan a presentarse en Nicaragua indicios de formas de gobierno de otros países. Daniel Ortega está en camino de ser una mala copia de Fidel Castro. Sus desplantes y su actitud terminan por ser autoritarios y soberbios, pero, sobre todo, terminan por crear formas de gobierno en las cuales él y, todo indica que también su mujer, determinan la vida de los nicaragüenses, lo que incluye a los opositores.

A finales de los 70 cuando se fue gestando la revolución sandinista, Nicaragua se iba convirtiendo en la esperanza de cambio, pero sobre todo en un espacio en el que temas como derechos humanos irrumpían como una novedad para América Latina. Una de las grandes aportaciones del sandinismo fue poner muchos temas adelantados a su tiempo que igual pasaban por la gobernabilidad que por el nuevo rol de la mujer.

Daniel Ortega jugó un papel relevante en todo ello. Hombre formado en la izquierda, de convicciones y con visión fue una de las grandes imágenes emblemáticas del cambio en la lucha por deponer al dictador Anastasio Somoza.

Lo sucedido en Nicaragua en algún sentido se extendió a otros países de Centroamérica. Tiempo más tarde, en El Salvador se gestó un proceso de cambio que mucho tuvo que ver en tiempo y espacio con lo que estaba pasando en Nicaragua.

México jugó en ambos casos un papel importante. El entonces presidente López Portillo fue vitoreado en Managua en tanto que la firma por la paz en El Salvador, en el marco del Grupo Contadora, se celebró en el Castillo de Chapultepec.

En Nicaragua muchas cosas han pasado desde aquellos años. Se produjo una alternancia porque la democracia era el aval del cambio sin importar qué tipo de gobierno ejerciera el poder, lo importante era la pluralidad, la competencia y las urnas.

El triunfo de Violeta Chamorro cambió el esquema. Las encuestas días antes de la elección aseguraban un nuevo triunfo del sandinismo; sin embargo, las cosas cambiaron y la señora Chamorro se convirtió en presidenta de Nicaragua ante la sorpresa de los sandinistas.

Las diferencias entre la dirigencia del sandinismo se fue agudizando. Sergio Ramírez, el extraordinario escritor nicaragüense, entendió muy bien el momento. Dio una una batalla interna para hacer ver que el país se tenía que transformar, pero, sobre todo, que el sandinismo era el que se tenía que transformar.

En diferentes conversaciones con Sergio Ramírez nos ha comentado cómo las cosas en Nicaragua se rompieron en lo cual tuvo y tiene mucho que ver quien es el presidente del país. Mucho de lo que se está viviendo se veía venir, tratamos, nos decía, de hablar con Ortega, pero ya no había por dónde.

Nicaragua de nuevo está metida en los terrenos del autoritarismo. A diferencia de los tiempos de Somoza, Ortega usa a la democracia para expulsar a sus opositores políticos, coloca a su país como si estuviéramos en los 70, y sobre todo trata de eternizarse en el poder; todo esto y más lo deben saber en la Cancillería.

RESQUICIOS.

El problema no es el Águila Azteca. La cuestión está en que la política exterior se vuelve ambigua cuando se trata de la relación con América Latina. En Cuba pasan muchas cosas que merecerían una visión acuciosa del gobierno mexicano, como sería intercambiar opiniones y favorecer la pluralidad en la ciertamente castigada isla.