Se va y no se va a ir
Por Javier Solórzano Zinser
La marcha organizada y encabezada por el Presidente fue una movilización impresionante, independientemente, de las formas que se utilizaron para celebrarla. No tiene sentido centrar la crítica sólo en el acarreo o el clientelismo, porque es evidente que tenemos un Presidente popular y en lo general querido.
El Presidente respondió a la marcha del 13 de noviembre con estrategias que domina. No existe personaje que pudiera hacer lo mismo o de menos parecérsele.
La marcha en fondo y forma confirmó la lectura que se le dio a la movilización en defensa del INE. El Presidente quiso responder a como dé lugar lo más pronto posible. Quiso dejar en claro que su movimiento, todavía con muchos pendientes, son los dueños de la calle y las movilizaciones.
El jugueteo de las cifras de los manifestantes del domingo 13 es la prueba de que se trató de menospreciar. No fue casual que volátil secretario de gobierno de la capital hablara de 10 a 12 mil manifestantes. Lo hizo como estrategia, la misma que ayer cambió al referirse a los marchistas que acompañaron al Presidente. Esto tiene mucho de los otros tiempos en que los presidentes del PRI salían a las calles.
No hay personaje político de la dimensión de López Obrador, no solamente de ahora, sino de muchos años. Ayer se dedicó a placearse, lo que provocó que se desarrollara aún más la mitificación sobre su persona.
Pase lo que pase en estos dos años, López Obrador es un personaje que cruza la vida del país.
Si al final el balance del sexenio le es adverso pudiera ser que poco importe. Lo que va prevalecer en mucha gente va ser la vida de un personaje con quien buena parte de la población se identifica, admira y respeta.
Quizá ayer empezamos a ver el inicio de su ceremonia del adiós. La entrega y la forma en que mucha gente ve al Presidente es al mismo tiempo de reconocimiento y admiración y también de fanatismo, el cual no tiene manera de ser razonado.
López Obrador se dejó querer, porque sabe que tiene una base leal que se identifica a plenitud con él. Se puede mover por la libre entre la gente porque le cuidan. Es un hecho que a lo largo de todos estos años no ha necesitado que lo estén vigilando.
Si bien el Presidente y sus furibundos seguidores ironizan con el acarreo, es claro que se forzó al máximo el aparato para que se pudiera movilizar a la gran cantidad de manifestantes.
Sin embargo, quedarse en esta lectura no es solamente simple, sino alejado de lo que realmente está pasando. Mucha gente salió a la calle para estar con el Presidente y también para de manera singular “defenderlo”. López Obrador ha tratado de crear en el imaginario colectivo la idea de que se la pasan atacándolo, la crítica no cuenta, porque desde donde se vea se asume que es atacado.
El Presidente trata de crear estados de ánimo para que lo vean como una víctima, como lo ha hecho a lo largo de años.
Somos una sociedad que se mimetiza con personajes como el tabasqueño, pero no es sólo eso, el Presidente ha colocado en el centro a los más pobres y esto le da una identidad cotidiana y reconocimiento, a pesar que investigaciones recientes muestran un crecimiento de la pobreza en el país.
Fue su larga marcha; fue el inicio de campaña electoral; fue su demostración de músculo y poder; fue una respuesta al 13 de noviembre; fue tratar de recuperar la capital; fue el inicio de la ceremonia del adiós de la Presidencia; fue dejar claro que el próximo presidente o presidenta está en sus “corcholatas”; fue importante acto político, y fue evidenciar que se va ir y no a La Chingada.
RESQUICIOS.
El juego contra Polonia mostró que existían ciertas bases para la esperanza. La decepción tiene que ver con lo que esperamos, no con lo que pasó. Se olvida que la estructura del futbol está carcomida y que no hay manera de que por arte de magia se arregle y menos en la cancha. Está pasando lo que con frialdad tendremos que reconocer que intuimos que iba pasar, todavía no acaba una pesadilla más.