Apuntes de mi historia electoral

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Por Uriel Flores Aguayo

En 1976 participé como brigadista en la campaña de Valentín Campa, candidato sin registro del Partido Comunista Mexicano. Me tocó ser parte de la célula que organizó su mitin en el parque Zamora del Puerto de Veracruz. El dato destacado de esa elección es que únicamente hubo un candidato presidencial, del PRI y dos partidos paleros, José López Portillo.

Ya con su reconocimiento legal, obtenido también por el PST y el PDM, el PCM encabezó una coalición de izquierda en las elecciones federales de 1979, logrando conformar un grupo parlamentario. El PCM se disolvió para dar lugar al esfuerzo unitario del PARTIDO SOCIALISTA UNIFICADO de MEXICO, que en 1982 tuvo como candidato presidencial a Arnoldo Martínez Verdugo, legendario líder comunista partidario de las reformas.

Del PSUM se pasó al PARTIDO MEXICANO SOCIALISTA, que nombró como su candidato presidencial a Heberto Castillo, surgido de una elección abierta. El ingeniero Heberto declinó a favor de Cuauhtémoc Cárdenas, quien había roto con el PRI y encabezaba una candidatura fuerte apoyado por viejos partidos de simulación. La candidatura de Cárdenas estremeció a México en 1988; nunca quedó claro el resultado a favor de Carlos Salinas de Gortari, favorecido por el control gubernamental de las elecciones.

En 1989 se forma el Partido de la Revolución Democrática y lleva como candidato presidencial en dos ocasiones (1994-2000) a Cuauhtémoc; previamente, en 1997, había ganado la jefatura de gobierno en el Distrito Federal. En ese año el PRI perdió la mayoría en la Cámara de Diputados y ya se contaba con el Instituto Federal Electoral con autonomía.

Después de la alternancia del año 2000 que llevó a Vicente Fox a la presidencia, destaca que Andrés Manuel López Obrador fue electo jefe de gobierno en esa misma elección y en 2006 disputó la presidencia en un resultado cerrado y polémico que terminó favoreciendo a Felipe Calderón, del PAN.

En 2012 el PRI regresa a la Presidencia de la República con Enrique Peña Nieto, cuya administración fue un desastre. Hasta el tercer intento en 2018 AMLO logró ser Presidente de México.

De 1990 a la fecha se abrió un proceso de elecciones libres en México, con un órgano electoral autónomo, padrón confiable, credencial con fotografía, casillas con ciudadanos, equidad mediática y económica, fiscalización y observancia de reglas parejas. Lo que tenemos como sistema electoral es resultado de un proceso que, al menos, lleva 45 años.

Sus excesos en controles y gasto económico es producto de la desconfianza en primer lugar y los abusos de una clase política frívola y deshonesta. Si hay voluntad y compromiso democrático es mucho lo que se puede corregir.

Lo que no se debe tocar, es irreductible y no negociable, es la autonomía del INE. En esa condición descansa la realización o no de elecciones libres; esto es, vivir en democracia y aspirar a desarrollo social y económico. Sin autonomía regresaríamos a los tiempos del monopolio partidista, al México del presidente, al pasado unilateral y opresivo. Quién lo hubiera pensado: que en lugar de Madero apareciera el espíritu de Gustavo Díaz Ordaz de la mano de Luis Echeverría.

Las elecciones libres organizadas y calificadas por autoridades han sido la garantía de las alternancias políticas. La clave de la democracia electoral es la incertidumbre del resultado; para una sociedad plural y con Estado de Derecho corresponden elecciones libres. Que los votos se cuenten, que un ciudadano represente un voto y que se respete la voluntad popular son condiciones fundamentales de los procesos electorales.

Vivimos tiempos delicados, con amenazas involutivas, pero definitorios de nuestras posturas y compromisos ante la historia y la realidad de nuestra sociedad. Es clara la disyuntiva: sostenemos una forma de vida democrática o regresamos al anacronismo y vejestorio autoritario, donde se asfixie la conciencia y la voluntad de la gente.

Nos toca seguir luchando hasta donde tope por las causas de la libertad y la democracia, ahora contra la simulación y el fraude vestido de cambio.

Recadito: el que insulta se descalifica. La pobreza del lenguaje indica pobreza cultural e intolerancia.

Ufa.1959@gmail.com