Leticia por Delfina
Por Javier Solórzano Zinser
El Presidente a menudo nos mete en una falsa premisa al plantear que lo más importante en su gobierno es la lealtad y la honradez, a lo cual le pone 90%, en tanto que sólo 10% a la capacidad.
Pareciera que la lealtad, la honradez y la capacidad no pudieran ir juntas. En la historia reciente es cierto que hemos estado plagados de corrupción en la cual han participado personajes que se reconocen como capaces, pero que al final terminan en medio de todo aquello que criticaron en su vida.
El Presidente se refiere a ese pasado juzgándolo de manera parcial y unilateral. No considera lo que se hizo por años y que construyó instituciones que son la base de un país que, si bien está cargado de contradicciones, estos procesos han producido un sustento tangible y real.
López Obrador no ha querido colocar en su equipo a gente que no le es incondicional. Tiene cierta razón por lo que ha visto y vivido; sin embargo, optar por gobernar bajo el principio de que lo que dice el tabasqueño es y no merece comentario alguno y mucho menos la crítica, lleva a una parálisis de la gobernabilidad.
Pareciera que todo se hace a imagen y semejanza del Presidente y que nadie se atreve a refutarlo, porque al hacerlo quizá puede caer de su gracia y eventualmente puede pasar a segundo plano y hasta lo pueden hacer a un lado.
Tarde que temprano vendrán los tiempos del balance del gobierno. Algunas dependencias han pasado de largo en estos casi cuatro años y poco se sabe de ellas y lo que hacen, lo más delicado es que no acaban por hacerse sentir su concurso en la sociedad; no es nada ocioso preguntarse el porqué.
La SEP ha estado, está y estará en el imaginario colectivo ciudadano. Reiteremos lo sabido, la educación es la base y el destino de una sociedad, en la medida en que seamos un país con altos niveles educativos, las condiciones de vida podrán ser sujetas de cambio.
El conocimiento es sinónimo de transformación, de apertura, de saber pensar y de tener elementos para enfrentar retos sociales e individuales.
La educación tiene que ver con todas y todos. Tiene que ver particularmente con las familias, las cuales hacen grandes esfuerzos para que sus hijos puedan estudiar y que esto derive en procesos de movilidad social.
Lo que la sociedad espera y exige de la SEP es que organice el proceso educativo y que lleve a cabo una formación integral de las nuevas generaciones. No tiene futuro la ideologización de la educación, porque quienes se empeñen en ello no se van a eternizar en el poder, no se ganó para siempre ni se pierde para siempre.
Su deber es desarrollar planes y programas de estudio en que los estudiantes, de la mano de los maestros, se formen a través de valores fundamentales de la condición humana.
En la medida en que un gobierno entiende esto la educación se vuelve fundamental y estratégica para el desarrollo de la sociedad. Quienes son responsables de la educación deben de concederle la mayor de las importancias, es una actividad medular a la cual hay que entender y definir bajo principios de autocrítica, dialéctica y evaluativos.
La educación es una actividad central de la sociedad y es junto con la salud una especie de primer deber de cualquier gobierno. No se trata de que quien encabece una dependencia como la SEP sea una especie de mujer u hombre sabio.
No habrá futuro si al frente de una dependencia de esta naturaleza se coloca a alguien para sólo dirigir el tránsito o para que reciba órdenes desde otra ventanilla.
RESQUICIOS
Dice el multicitado vocero sobre la pandemia que los consultorios en las farmacias son “un gran engaño”, porque lo único que quieren es vender medicamentos. Puede que tenga razón, la pregunta es por qué tanta gente va a los consultorios y por qué en plena pandemia 7 de cada 10 personas fueron atendidas en estos consultorios y por médicos privados.