Quebradero

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T-MEC, una riesgosa apuesta

Por Javier Solórzano Zinser

El Presidente está haciendo una apuesta fuerte con las disputas sobre el T-MEC. El tono sarcástico que utilizó llevó a que las embajadas de Canadá y EU apuntaran que no deben tomarse las cosas a juego.

El sábado de nuevo arremetió sobre el tema: “México ya no es colonia… y el Presidente no es títere, no es pelele de ningún gobierno del exterior”. Está haciendo de las observaciones al T-MEC un asunto político ideológico de impredecible desenlace.

Por la forma en la que está abordando el tema el Presidente ha dado lugar a que la titular de Economía dijera que “vamos a ver qué les duele”, en un tono de autosuficiencia y burlón.

Como decíamos la semana pasada, no perdamos de vista que las disputas en el T-MEC son un asunto de Estado a Estado, no es un tema de particulares.

López Obrador debe saber que la disputa no tiene como eje central a la política. Está construyendo una narrativa para llevar las cosas precisamente a esos terrenos buscando que el debate no se establezca en lo que están haciendo Canadá y EU demandando con base a las reglas del T-MEC, está buscando colocar en el radar la soberanía, los principios y la defensa de la nación y sus bienes.

En el gobierno se tendrá que hacer una revisión detallada de qué fue lo que firmaron en el T-MEC, independientemente de lo que están interpretando. El Presidente ha asegurado ya en varias ocasiones que nuestro país no está violando el tratado; sin embargo, el análisis de los especialistas, lejos de filias y fobias, ha venido demostrando lo contrario.

Sería lamentable que al entonces presidente electo no le hayan informado a detalle lo que iba a firmar y que en su momento tanto ponderó. No hay manera de responsabilizar de todo esto al gobierno anterior, porque quien signó y se comprometió ante los acuerdos es el gobierno actual, si en su momento había inconformidades se tuvo tiempo y espacio para manifestarlas; que sepamos a nadie se le obligó a firmar.

Lo que ahora pudiera ser particularmente delicado es que se esté buscando llevar a cabo movilizaciones que tenga su punto climático en el Zócalo el 16 de septiembre, no casualmente el día del desfile militar. López Obrador ha escogido esa fecha como estratégica para dar a conocer la posición mexicana y lo va a hacer provocando una gran expectativa en todos sentidos, antes de esa fecha, aseguró, no se va a hablar del curso de las disputas.

Presumimos que el Presidente está llevando las cosas a un terreno político a través de la movilización, la cual además de ser su hábitat natural le va a servir para enfrentar lo que quizá, ya intuye, será lo que le espera a su gobierno y al país en su conjunto en función del desenlace del caso.

La apuesta no sólo tiene que ver con la movilización que podría hacerse en todo el país, muy probablemente de aquí a esa fecha se buscará crear un estado de ánimo para tratar de defender la soberanía y defensa de los bienes de la nación como parte de la respuesta que se estaría dando ante las inconformidades de EU y Canadá.

El Presidente, muy a su manera, va a querer mostrar músculo para hacer valer sus respuestas. No dudamos que la movilización le dé resultados y le sirva para generar en un amplio sector de la sociedad una respuesta cargada de tonos nacionalistas respecto de lo que quiere evidenciar.

El tono del Presidente no está abonando para el entendimiento. Hay que defender al país sin la menor duda, no podemos celebrar las denuncias como tampoco tenemos que contemplarlas en términos de nacionalismos o algo parecido.

Se trata de actuar con base en nuestros derechos y obligaciones consignados en un tratado que firmó el gobierno.

RESQUICIOS

Una “corcholata” y otro que no es “corcholata”, pero que se asume como tal, exigen piso parejo en Morena. Algo andan viendo sobre todo el canciller quien está en posibilidades reales de pelear hasta el final, más allá del dedo divino. Lo que es un hecho es que todos andan en actos de precampaña, digan lo que digan.