Somos la narrativa que leemos y nos contamos

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Por Sandra Luz Tello Velázquez

¿Quiénes somos? Quizá una de las tantas respuestas que podemos dar a esta pregunta filosófica es que somos una historia, un tejido entrelazado de nuestros relatos con las narrativas de otros, unido por los hilos de los momentos clave para reformular y cambiar, para dar sentido a través de pasajes ocurridos y otros pensados, imaginados o ensayados.

El futuro nos presenta miles de episodios sin estrenar, pero nuestra mente narrativa los ensaya para elegir, en ese atentado previo cuál será la ruta más conveniente para construir nuestras opiniones, los pensamientos o las estrategias para enfrentar las batallas de la vida, como lo hizo Guido Orefice, quien utilizó la narrativa lúdica para proteger la vida de su hijo Giosuè, manteniendo la esperanza de una vida bella a pesar del genocidio ocurrido en la Segunda Guerra Mundial.

Los seres humanos creamos relatos en solitario, cada historia que nos contamos crece, nos llena la mente hasta que en un momento la ponemos en común, entonces la narrativa es colectiva y es cuando entendemos la presencia de los demás en nuestras vidas, significamos las pérdidas anunciadas o súbitas, comprendemos las ausencias, reconocemos épocas, costumbres y valores.

Nos transformamos en protagonistas excepcionales de las cosas que nos importan, en ocasiones recurrimos a las narrativas de los cuentos, las novelas o la recreación en las  obras de teatro, porque nos permiten reconocer tiempos que no volverán, personajes que sentimos son nuestras vidas pasadas o reencarnaciones de nosotros mismos, ese es suficiente motivo para desarrollar la lectura y ¿por qué no? la escritura creativa.

Socialmente nos unen los mitos, las leyendas, la historia de nuestro país o la universal, nos unen mil y un relatos que vienen de la imaginación de grandes contadores de historias, desde Homero hasta Murakami. Cuando la realidad nos sobrepasa son Hemingway, Hesse, Camus, Garro, García Márquez, Cortázar, Castellanos o Borges, quienes nos rescatan al presentar una paleta mágica de posibilidades que a veces permanecen y otras se esfuman, aunque siempre quedarán sus pinceladas en el cuento privado de nuestra mente y tal vez nos sirva de inspiración.

Finalmente, la inteligencia narrativa implica ser eficaz en ordenar sucesos, hechos, experiencias vinculadas a las emociones, así sea nuestro relato o el de alguien más, contar historias es dar significado a la propia vida.