¿Por qué grita el Poder Legislativo? O de obviedades, privilegios y violencia

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Por Enoé Uranga

Una responsabilidad esencial de una persona que tiene el cargo de legislador(a) es…

Parlamentar.

Eso va con el cargo: ¡Parlamento!

Cierto es que mucho de lo que se legisla nace desde la imposición de las mayorías. De la fuerza numérica. En México penosamente se pueden hacer leyes con faltas de ortografía y la peor sintaxis… si eres parte de la fracción mayoritaria.

Sobran leyes populistas, inútiles, inaplicables, contradictorias, retrógradas que de eso dan constancia. La mayoría levanta el dedo y… la maraña jurídica tiene otro nudo.

Por otro lado, legislar desde la minoría, sin otro interés que mejorar la vida y la convivencia de la humanidad o del (con el) planeta, obliga a la calidad, a ser mejor, a que tú idea tenga tal solidez jurídica que aguante toda descalificación -todo argumento-, a tener tal tamaño de razón que esa verdad sea incontenible.

Y sí, sin falso pudor, lo digo desde mi propia experiencia. Siendo absoluta minoría, fue desde el diálogo, desde la capacidad de parlamentar, desde la que conseguimos nuestros mejores logros, los más importantes hasta hoy en el Congreso Mexicano.

Nuestra agenda tenía tal respaldo de las organizaciones en defensa de los DDHH, del feminismo, de las inteligencias del país y tal contundencia social, tal legitimidad que a pesar de que todo nos era adverso, de que en ese entonces por la mayoría desinformada hablaba la voz de las iglesias y la ignorancia: legislamos.

Desde la reforma Constitucional en DDHH, la defensa de la Laicidad hasta muchas de las leyes que hoy nos dan reconocimiento y protección son realidad porque asumimos integralmente las responsabilidades de legislar, incluido el diálogo informado.

Ese es el trabajo de quien -estando en una legislatura- de verdad representa una agenda que no busca afectar la lucha de ningún movimiento social o violar los DDHH de nadie… sino que pretende lo contrario.

El ideal incluso es que para convencer tienes que abrirte a la posibilidad de ser convencida(o) ¿De no ser así, quién contrario a tus ideas querría dialogar contigo? No se puede esperar lo uno sin lo otro.

Por ello es que para hacer tu trabajo (convencer) debes tener sólidos argumentos, que estén acompañados de la realidad social y de la capacidad de plantearlos con la claridad obligada.

Si lo que se busca es defender algún derecho ¿quién de la mayoría necesita gritar? ¿A quién desde la minoría le serviría agredir o insultar?

Habrá quien critique que desde mi activismo ciudadano, desde el feminismo he hecho mucho más que gritar. ¡Claro que sí! Cómo ciudadana feminista reivindico acciones que van mucho más allá de los gritos. Y como lesbiana feminista levanto la voz todo lo que es posible.

Pero… Ser parte del poder legislativo te otorga privilegios incuestionables (aunque seas el más chafa de los legisladores). Desde ese privilegio, desde tu poder, tienes la obligación (política, ética, conceptual) de ponderar y promover el diálogo muchísimo más si el intercambio es con quien no goza de tu fuero.

Cuando se ocupa una diputación y se acude a espacios ciudadanos (más aún si se comete el entrometido exceso de llegar sin invitación) la premisa es escuchar, escuchar con mucho respeto para después buscar la posibilidad de ser escuchada(o).

Ser parte del poder legislativo, tener mayoría en el Congreso, tener fuero, tener la atención de los medios, ser parte del régimen que gobierna y llegar a tomar -a gritos- los espacios ciudadanos: es descomunalmente violento.

¡Nunca! ¡Jamás la violencia! ¡Jamás el insulto! ¡Jamás el abuso del privilegio que da ocupar un curul pueden encontrar alguna simpatía en NADIE que crea en la democracia.

No ¿Cómo entender la violencia de quien, teniendo mayoría (o no) impone a los gritos sus creencias e intereses?

El insulto fácil, el chiste simplón mal contado, la burla… Y gritos, muchos gritos… vacíos de argumentos contra un movimiento social ¡contra víctimas de éste sistema que esclaviza a las mujeres y las convierte en objetos!

Todo desde el privilegio, desde el poder… -«Después de todo lo logrado ¿qué decir al respecto? me pregunta una activista lésbicofeminista por la que tengo gran respeto…

Gritarle «que se calle» a una sobreviviente de trata, en un evento sobre trata de mujeres en el que esa víctima es invitada central en nuestro país… ¡Y llegar al extremo de provocar que el evento se interrumpa!

Eso, eso… eso es… Todo eso que usted está pensando.

Y eso, además, es violencia contra las mujeres aprovechando, abusando de la impunidad que da tener fuero y la seguridad de que, porque se tiene mayoría, cuentas con total impunidad en lo que hagas.

Y ese es el punto que no debe perderse de vista; aquí lo relevante: quien grita y agrede es apenas el rostro de los intereses de otros actores políticos con más poder que decidieron que esa persona tuviera el fuero y el foro para hacer lo que hace y cobijan gustosos sus acciones.

¿Por qué grita quien tiene el poder legislativo? ¿Por qué es a las mujeres víctimas a las que va a interrumpirles sus eventos?

Se llama patriarcado (sin importar el sexo del agresor y menos aún su género). ¿Sorprende? No.

Nuestros esfuerzos y compromiso están en liberar a las mujeres de ese Sistema de opresión. Y por ello llevan siglos agrediéndonos, han hecho de todo (hasta quemar mujeres) para callarnos. No lo hicimos antes de ser reconocidas en la ley ¿Por qué pensará el patriarcado que nos vamos a callar ahora que pretende borrarnos de la ley?

Nada nuevo, la violencia misógina es prerrogativa del patriarcado y eso casi siempre incluye gritos.