Por Sandra Luz Tello Velázquez
Hace diez años, para ser precisa el 15 de mayo de 2012, nos enteramos de la devastadora noticia del fallecimiento de Carlos Fuentes, cuándo recuerdo ese día revivo el sentimiento de nostalgia, de pena al saber que se había ido uno de los escritores a los que más respeto y admiro. Puedo decir que tuve la fortuna de conocerlo en Puebla durante la entrega de su Doctorado Honoris Causa otorgado por la BUAP, uno de los tantos reconocimientos a su meritoria carrera como escritor de piezas impecables. Quizá ese fue un espacio más en el que se le lleno de aplausos; para mí fue el momento de coincidir y tratar al hombre culto, amable, sencillo y apasionado por la ópera.
En el mes de su partida se desbordaron homenajes para reconocer al emblemático autor de literatura, al diplomático, a la mente ágil, crítica, acuciosa de explorar la identidad mexicana y que también transitaba por temas universales con una visión cosmopolita. Carlos Fuentes abarcó prácticamente todos los géneros, desde la novela y el cuento hasta el guion cinematográfico, teatro, incluso escribió un libreto operístico.
A sus 29 años publicaría una novela importantísima para las letras mexicanas: “La Región más transparente”, referente del Boom Latinoamericano y considerada como la obra que inició este movimiento. Dicha narración presenta a la Ciudad de México como un personaje; muchos novelistas, cuentistas, poetas, historiadores habían utilizado a la gran urbe como el escenario, el espacio en el que acontecen batallas, crímenes, trajines, danzas, revoluciones, en la que cohabitan problemas laborales y ciudadanos, pero solo Carlos Fuentes fue capaz de elevar a la gran Ciudad al nivel de persona.
Carlos Fuentes fue el único que dotó a la Ciudad de México de vida propia, de voz para hablar por sí misma con todos sus estamentos y clases sociales, con sus personajes satánicos, los trabajadores, los profesionistas, las secretarias, los sindicalistas, los príncipes falsos, los políticos corruptos conformados como el flujo sanguíneo de una ciudad diacrónica y sincrónica en el tiempo de Miguel Alemán.
Hablar en estas mínimas líneas de la vasta y compleja obra de Fuentes, edificada a lo largo de varias décadas resulta complicado, sin embargo trataré de mencionar algunos de sus títulos más destacados: La Muerte de Artemio Cruz, Aura, Terra Nostra, Gringo Viejo, Los años con Laura Díaz, Instinto de Inez, La Silla del Águila, Federico en su balcón, Cantar de Ciegos, El Naranjo, La Frontera de Cristal, Inquieta Compañía, La Nueva Novela Hispanoamérica, El Espejo Enterrado, Cervantes o la crítica de la Lectura, Aquiles o El guerrillero y el asesino (novela póstuma).
Cabe señalar que a lo largo de su trayectoria fue distinguido con muchos de los más importantes galardones literarios a nivel nacional e internacional como: el Premio Biblioteca Breve, Premio Rómulo Gallegos, Premio Internacional Alfonso Reyes, Premio Nacional de Ciencias y Artes, Premio Cervantes, Premio Príncipe de Asturias, entre otros.
Sin embargo, el mayor reconocimiento al escritor es la lectura de su obra. Durante una década, Fuentes ha seguido hablando a través de sus escritos y lo seguirá haciendo para las nuevas generaciones.