Un presente que será pasado en tres años
Por Javier Solórzano Zinser
Durante muchos años hemos vivido bajo condiciones profundamente desiguales, las cuales han llevado a una polarización de la cual no se hablaba, pero que estaba la vista.
Las diferencias existían, siguen existiendo sin la menor duda, pero estaban sometidas y se convirtieron lamentablemente en la mirada del país, todos sabíamos, sabemos, que la desigualdad económica y social era y es una forma de definición de la sociedad mexicana.
El Presidente le ha sacado el máximo provecho al pasado. Se le ha pasado la mano, porque ha dejado de reconocer lo que hombres y mujeres han hecho de manera genuina, con principios y convicciones.
Lo que ha venido pasando es que su diagnóstico sobre el pasado, a menudo parcial, es por mucho mejor que su diagnóstico sobre el presente. En lo que va de su gobierno hemos visto que el discurso va siendo rebasado por la terca realidad.
En su crítica y quizá hasta en su hartazgo sobre el pasado ha buscado la forma de transformar la realidad sin importarle a menudo cómo lo hace y si llega a lograrlo.
Se han presentado circunstancias cuestionables sobre la forma en que se toman decisiones en las que se pasa por alto el Estado de derecho o se da una reinterpretación sobre el mismo de forma discrecional.
Cada vez hay más evidencias de la radicalización del Presidente tanto en su discurso como en sus acciones. Si alguien lo ha entendido son sus seguidores quienes entre ocurrencias, iniciativas y estrategias se han dedicado a expandir la narrativa presidencial.
Si alguien va a seguir al Presidente hasta el final es la perfilada, el tono de su discurso y el uso de adjetivos es cada vez más empático con el del tabasqueño. Ayer le mandó un no me olvides a la oposición que bien pudo haber firmado el Presidente: “…son hipócritas…son ruines, son inmorales y les va a ir muy mal”.
El pasado como instrumento y referencia para la crítica y como parte de la gobernabilidad se han ido diluyendo aunque conserven en nuestra cotidianidad evidentes vestigios. Más allá de que la memoria sea efímera crecen las exigencias de la sociedad en función de su carencias, lo que se quiere al final es tener mejores condiciones de vida.
El presente en ocasiones aparece confuso en cuanto a la gobernabilidad llegándose a definir a menudo más por una narrativa que por un proyecto de gobierno.
Esto resulta particularmente importante, porque como hemos venido insistiendo al Presidente le urgen resultados los cuales no necesariamente tienen que ver con un aeropuerto, un tren o una refinería.
El Presidente tendrá que poner en la mesa su idea del todo o nada, se ve difícil que cambie, pero es un hecho que para cerrar su sexenio y poder amarrar algunos de sus proyectos tendrá que participar en terrenos que ya se vio que no le gusta, negociar y dialogar.
Con la construcción del Tren Maya está entrando en áreas cada vez más confrontativas y quizá delicadas por el desenlace que se pudiera presentar. El gobierno sigue sin hacer un acuse de recibo serio y analítico sobre las fundadas críticas a la obra que merecen ser debatidas y atendidas.
Sigue sin quedar claro el porqué el Presidente canceló la reunión con ambientalistas y con quienes se les identifica “como famosos”, el encuentro hubiera generado espacios y ánimos necesarios para debatir.
El desenlace del sexenio será la construcción del futuro. Morena no va ganar sólo con la playera recordando que el Presidente no estará en la boleta. Se acercan los tiempos en donde quien gobierne empezará a cargar un pasado.
El presente de hoy será el pasado para los futuros gobernantes.
RESQUICIOS
El gobierno mexicano propuso otra vez que se ayude a Centroamérica para fortalecer su situación interna y para atemperar la migración. Fue lo mismo que acordaron López Obrador y Trump, a ver si ahora sí va en serio.